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Un familiar de los republicanos de la fosa común pide a Barberá que «deje a los muertos en paz»
Levante - 08/05/2006

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sección séptima. Una de las fosas comunes donde el ayuntamiento quiere construir 1.020 nichos


Vicenta Pérez es una valenciana que ha pasado muchas horas de su vida investigando entre los archivos de la represión franquista con el objeto de saber dónde estaban los restos de uno de sus familiares, Aureli Blasco Grajales.

Rafel Montaner, Valencia

Este abogado y periodista nacido en Valencia en 1850 fue, como explicó Levante-EMV ayer, un destacado líder de la masonería de finales del XIX y principios del XX y, junto a Blasco Ibáñez, uno de los personajes más influyentes de la sociedad valenciana.

Vicenta descubrió hace dos años que quien fuera considerado como el decano de los republicanos valencianos es una de las miles de víctimas de la dictadura sepultadas en la fosa común del Cementerio General sobre la que el Ayuntamiento de Valencia va a construir 1.020 niños. Tras leer en Levante-EMV que el lugar donde ella puede por fin depositar flores en memoria de su antepasado va a desaparecer bajo una losa de cemento, afirma sentir una profunda tristeza. «Me parece fatal lo que van a hacer. Hay mucha tierra por ahí para hacer nichos», señala. Cuándo se le pregunta qué le diría a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, para convencerla de que no ejecute la obra contesta con un sencillo «que deje reposar en paz a los muertos».
Siguiendo la pista de su familiar, Vicenta llegó a ir hasta el Archivo Histórico Nacional de Salamanca, donde el expediente de Blasco Grajales es uno de los más voluminosos que se guardan entre las 80.000 fichas personales de supuestos masones abiertas durante la cruzada antimasónica del régimen de Franco.
Los últimos días en la vida de Blasco Grajales, que murió el 13 de noviembre de 1939 a los 89 años, son extraños. Pese a ser un feroz anticlerical durante toda su vida, falleció en el asilo de las Hermanitas de los Pobres un día después de firmar una abjuración en la que se retractaba de todos sus ataques a la Iglesia y de su pertenencia a la masonería.
Falleció de «senectud», según su certificado de defunción, «una vez ya habían conseguido lo que querían», incide Vicenta en referencia al impactante documento de renuncia. La historiadora Empar Eugènia Ventura, en el avance de su tesis doctoral sobre la masonería y la prensa valenciana, considera que Blasco Grajales fue una de las primeras víctimas de la represión que la dictadura ejerció sobre los masones y escribe que no resulta difícil creer que firmara su abjuración «bajo presión, al menos psicológica».
Cuando Vicenta consiguió hace dos años el acta de defunción de su familiar, localizó en el libro de Registro de Enterramientos del archivo del Cementerio General de Valencia que Blasco Grajales fue enterrado el 14 de noviembre de 1939 en la fosa común de la Sección Séptima Derecha, cuadro cuarto, fila 10, letra K y lugar cuarto, «sin que conste en dicho libro que su cuerpo haya sido exhumado».