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Para una página de memoria histórica
En el análisis psicológico de las grandes traiciones como la de Franco y sus compinches, nos topamos siempre con la trágica mentecatez del Iscariote
Andrés Salom (laopinióndemurcia.es, 19-08-2009)


Escribía don Antonio Machado ya casi al final de su vida en un breve librito de poemas titulado 'Poesías de la guerra', que había leído los Cuatro Evangelios Canónicos para intentar hallar explicación al porqué el Judas, aparte de por los treinta dinero, había vendido a Cristo, y que había terminado por hallar una respuesta más o menos plausible: porque Judas, según él, de entre los doce, era el único mentecato, de lo cual deducía que aquel grupo de militares africanistas -aventureros-: los Varela, Mola, Franco, Queipo y otros, habían vuelto las armas contra el pueblo que el pueblo había puesto en sus manos para que le defendiera si llegaba el caso..., no es que fuesen fascistas, desleales ni traidores. Fueron, concluye, unos verdaderos mentecatos: Y añade que en el análisis psicológico de las grandes traiciones como la de Franco y sus compinches, nos topamos siempre con la trágica mentecatez del Iscariote.

 

Hermoso texto este que el autor de 'Campos de Castilla' concluye haciendo un gran elogio de los hombres que habían formado parte de los distintos gobiernos de la Segunda República, calificándoles de personas honestas que no habían abusado de ninguno de sus derechos ni olvidado ninguno de sus deberes, para más adelante dedicarle una especie de maldición gitana al cabecilla de la rebelión al evocar el asesinato de su gran amigo, el escultor y escritor Emiliano Barral: "Súbete a un pino en la alta cumbre / y desde allí, colgado, que tu crimen veas" dos versos que ya han dado varias veces la vuelta al mundo.

 

Al llegar a este punto, el Cocoví de los etcéteras, como diría Teresita Luengo, me da uno de sus acostumbrados tirones de brida para recordarme que entre los dirigentes de aquella república hubo de todo, incluso monárquicos fascistoides, como fue el caso de José María Gil Robles, ministro de la Guerra y principal responsable de aquel desastre que se llamó bienio negro.

 

Es cierto, sí. Pero tampoco lo es menos -todo hay que decirlo- que, a mediados de los años setenta -del XX, claro-, me encontré con uno de sus hijos colaborando en uno de aquellos despachos de abogados que, bajo la tapadera de laboralistas, defendían, sin cobrarles ni un céntimo, a comunistas que una vez y otra se organizaban clandestinamente e intentaban hacer oír su voz, gritando en favor de la libertad y la democracia por los más diversos medios.

 

Pero no estaban solos. Los pocos socialistas (es un decir) que quedan, en su mayoría ya entrados en años y achacoso, también se organizaban, pero siempre en tertulias poco numerosas alrededor de mesas de café, refiriéndose unos a otros sus batallitas de las Guerra Civil, disfrutando a lo largo de cerca de cuarenta años de vacaciones políticas pagadas con marcos de la que entonces era la Alemania Federal y con dólares manchados de sangre vietnamita, palestina y otras

 

 

 



http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2009/08/19/opinion-pagina-memoria-historica/191345.html