La excavación realizada por Foro
por la Memoria en Otero de Herreros supone la consagración
de una forma de actuar, meditada previamente, que ha dado
unos resultados óptimos, tanto en los métodos
empleados, como en la consecución de los objetivos
que nos proponíamos. La actuación se realizó
en dos fines de semana consecutivos (28 a 30 de junio y
4 a 6 de julio de 2004)
En primer lugar, poníamos en juego
nuestra capacidad para poder transformar, el rescate de
los restos mortales de compañeros asesinados por
el fascismo, en una actividad socio-política que
fuera más allá de lo meramente humanitario,
dando a la excavación las dimensiones culturales,
sociales, políticas y jurídicas que -pensamos-
son imprescindibles para dotar de contenido a la recuperación
de la memoria histórica. Era la primera ocasión
en la que Foro por la Memoria ponía en marcha la
actuación de un equipo multidisciplinar que acometía
la excavación desde todos los aspectos. El trabajo
nos permitió constatar que el protocolo de actuación
que habíamos elaborado era una herramienta adecuada
para trabajar. La actuación realizada en Otero nos
permitió mejorarlo y transformarlo en un método
estandarizado para acometer el trabajo de forma uniforme
en todos los casos. Habíamos teorizado un método
basado en experiencias anteriores; en Otero de Herreros
lo pusimos en práctica y, la praxis, nos dio la posibilidad
de enriquecer estos planteamientos teóricos iniciales.
Si las personas que habíamos participado en otras
excavaciones y la incorporación de profesionales
especializados habían dado un gran impulso a la elaboración
teórica, la puesta en práctica que se realizó
en Otero sirvió para evaluar errores, ampliar el
espectro de especialistas necesarios y afirmarnos en nuestros
aciertos.
La actuación se inició a petición del
Ayuntamiento de Otero de Herreros, cuya corporación
se implicó a unos niveles de actuación, tan
elevados, que facilitó la labor en todos los sentidos;
es más, sin su apoyo, tanto material como humano,
no hubiera sido posible realizar el trabajo. El papel jugado
por los familiares, animando con su presencia, en todo momento,
a los voluntarios, impidió el desfallecimiento y
mantuvo la moral del equipo en los momentos difíciles.
El calor humano, la generosidad y la entrega más
absoluta fueron la tónica general durante todas las
fases del trabajo, tanto antes, como durante y después.
La bandera tricolor representativa de los valores que defendían
los caídos y, también, de los valores que
deseamos rescatar, para hacerlos nuestros, ondeó,
a lo largo de todo el proceso, sobre un mástil improvisado.
Los informes de cada uno de los especialistas
dan una visión clara del trabajo realizado, pero
éste sería incompleto si no realizamos una
reflexión, respecto a los hechos cuya historia hemos
recuperado, que sirva para el presente y el futuro. Si la
acción de los militantes especialistas es imprescindible,
no los es menos el trabajo de los militantes sin ninguna
especialidad. Las tareas de seguridad, de apoyo físico
en la excavación propiamente dicha y la coordinación
de todo el equipo son tareas políticas realizables
por militantes de base. La actividad desarrollada se transforma
en una auténtica escuela de activismo social y político.
Si bien cada especialista dirige su propio
espacio profesional, es el coordinador quien cohesiona y
globaliza todas las actuaciones, dando dimensión
política al conjunto de actividades que se realizan
en la excavación. El protocolo (y la práctica
así lo confirma), le asigna tareas de coordinación
y cohesión entre todos los actores intervinientes,
transformándole en un especialista más. Su
función es política y, por lo tanto, le corresponde
a él realizar un informe introductorio que complemente,
con una lectura política de la historia rescatada,
el realizado por los distintos especialistas. No estamos
hablando solamente de asesinatos, sino de asesinatos ocurridos
como consecuencia de una situación política
y social determinada: el alzamiento militar fascista de
18 de julio de 1936. El esclarecimiento y conocimiento de
lo ocurrido, sus causas y efectos tienen una lectura social
y política que da la verdadera dimensión de
la necesidad de recuperar la memoria.
Las relaciones humanas que se dieron cita
en todo el proceso de la excavación, suponen romper
con la realidad social actual, en la que las personas se
relacionan más, en función de cuestiones materiales,
que alrededor de valores y principios. Lo que unía
a los que participaron en la actuación era dar respuesta
a una situación injusta e indigna en la que cinco
personas fueron secuestradas -literalmente- y asesinadas
en un descampado. Nunca, hasta la fecha, tuvieron las familias
posibilidad de conocer realmente que ocurrió con
los suyos y, mucho menos, recuperar sus restos mortales.
Valores humanos como el amor, la solidaridad, la generosidad,
la constancia y el trabajo colectivo se dieron cita a lo
largo de todo el proceso. Se compartió todo, desde
los momentos duros en que no se conseguía dar con
el punto exacto de los enterramientos, hasta los momentos
álgidos y emotivos en que fueron apareciendo cada
uno de los cinco cuerpos. Pero también nos unía
nuestro compromiso militante, nuestra necesidad de conocimiento
y las ansias de justicia.
Existe una fuerte ligazón entre la
lucha social que se desarrollaba en nuestro país
en los años treinta y nuestra lucha actual. Los cinco
compañeros de Otero de Herreros, asesinados en agosto
de 1936 por falangistas, lo fueron por su calidad de militantes
comprometidos con la causa de la Libertad y la Justicia
Social. Eran dirigentes de la Casa del Pueblo de Otero de
Herreros que, ejerciendo un derecho legítimo y la
obligación de todo ciudadano a la defensa de la legalidad
democrática, representada por la II República,
habían convocado la huelga general contra el golpe
de estado fascista. Ejercieron un derecho (el de la huelga)
y dieron cumplimiento a una obligación de ciudadano
(defender el gobierno democrática y legalmente constituido).
Fueron héroes, no delincuentes como los asesinos
afirmaron a lo largo de décadas; los verdaderos delincuentes,
los asesinos, fueron los golpistas y todos aquellos que
les apoyaron y se unieron a sus filas. Pero no fueron sólo
esos hechos los que les llevaron a la muerte. El asesinato
fue selectivo, los asesinos (los testimonios obtenidos así
lo atestiguan) buscaban a los dirigentes de la Casa del
Pueblo. El estudio del periodo histórico y la visita
a numerosas poblaciones de la zona, nos da como resultado
la existencia, en aquellos años, de una fuerte articulación
social alrededor de las casas del pueblo, los ateneos
(tanto libertarios como republicanos) y multitud de entidades
asociativas de todo tipo, que propiciaban una autentica
revolución social por vías democráticas.
Esta articulación social, tejida alrededor de valores
democráticos participativos y sociales, divulgados
gracias a la existencia de estos espacios de libertad, ponía
en peligro los intereses económicos de las oligarquías
españolas y sus aliados tradicionales (la Iglesia,
el ejército y el capital transnacional). En la reacción
de las clases dominantes contra la existencia de una democracia
avanzada (tanto en lo social, como en lo político,
lo cultural y, sobre todo, en lo económico) se encuentra
la base del fascismo, como régimen de excepción
creado para la destrucción de las organizaciones
de base populares, mediante la eliminación física
de sus dirigentes sociales, políticos y culturales,
con el ánimo de mantener el dominio y el control
social, a lo largo del tiempo, que les permita consolidar
y extender su poder, generando, mediante la represión
y el terror, una nueva base social sumisa, dispuesta a ser
explotada sin ninguna clase de resistencia. La construcción
de un tejido social, avanzado culturalmente, la formación
de dirigentes e intelectuales y la creación de estructuras
organizativas, es un largo proceso para un pueblo, lleva
décadas. El capitalismo lo sabe, por eso organizó
la matanza, para obtener y moldear una sociedad ignorante
y sumisa a sus intereses, que se extendiese en el tiempo,
para permitirle reconducir y controlar la construcción
de un nuevo tejido social dominado. Los efectos han durado
décadas y, posiblemente, se extenderán todavía
en el tiempo; la propia izquierda no puede escapar al influjo
de estos efectos, habiendo asumido muchos de los valores
culturales de los vencedores, transformándose, en
numerosas ocasiones, en una auténtica caricatura
de sí misma. La recuperación de estos hechos
y su análisis, nos permitirá que, la construcción
de tejido social que se realice, en un futuro, sea bajo
otros valores, distintos a los deshumanizados valores hegemónicos
de los herederos ideológicos del franquismo, para
que la política vuelva a hacerse en la calle y de
ahí llevarla a las instituciones, y no al revés,
como se hace en estos tiempos, que la política se
hace en las instituciones para llevarla después a
la calle; para que las personas piensen por sí mismas
y sus mentes, hasta ahora moldeadas por décadas de
miedo y represión, sean menos permeables a los dictados
de los medios de comunicación de las clases dominantes;
en definitiva, para que la democracia no sea una cuestión
de votos, sino el verdadero ejercicio de poder de las clases
populares. Pero hay más. Cuando en estos tiempos
hablamos de neoliberalismo y democracia representativa y,
desde algunos sectores de la izquierda, defendemos la democracia
participativa, definiéndola incluso (tal como hace
Heinz Dieterich Steffan) como neosocialismo, nos encontramos
con un antecedente real que se transforma, para la desideologizada
(y por tanto débil) izquierda española, en
un referente del que aprender. Con todo esto también
descubrimos que las relaciones de dominio, el ejercicio
del poder, pueden cambiar y que, lo que hoy llamamos democracia,
no es más que un mero nombre vacío, si lo
comparamos con la democracia que propició la II República;
los procesos son reversibles cuando comprendemos su desarrollo.
Esta democracia que disfrutamos (o que padecemos, según
se mire) no es algo sin principio ni fin y sin alternativas.
Es una democracia de dominantes y dominados, controlada
por los primeros, que construyeron su dominación
sobre una gran matanza, realizada por sus padres ideológicos
(y en muchos casos físicos). No conocemos el proceso
que se siguió para que la casa del pueblo de Otero
de Herreros pasase a manos privadas, pero sí sabemos
que, en 1936, era patrimonio colectivo de las clases populares
del lugar y hoy, pertenece a un particular. También
desconocemos la cuantía de las propiedades incautadas
a los represaliados y asesinados de Otero, ni a que manos
fueron a parar, pero creemos que muchas de estas propiedades
pasaron a engrosar el patrimonio de los asesinos (o al menos
de sus cómplices o de sus dirigentes). En todo caso,
la represión ejercida sobre las clases populares
propició la posibilidad de aumentar la extracción
de plusvalías y aumentar la tasa de ganancias de
las clases dominantes, al destruir la posibilidad de toda
resistencia a la explotación. Es prematuro y aún
se hace necesario ahondar más en los archivos (si
quien controla el poder nos lo permite, algo terriblemente
difícil ya que supone cuestionar las actuales relaciones
de dominio), pero seguramente, cuando lo hagamos, nos llevaremos
nuevas sorpresas respecto a la directa relación que
existe entre el ejercicio del poder de las actuales clases
dominantes y la matanza de militantes de izquierda.
El asesinato de los cinco compañeros de Otero de Herreros supuso la desaparición de las personas que podían articular, por su calidad de dirigentes sociales naturales del pueblo, cualquier clase de resistencia ante los intereses de las clases dominantes y, por supuesto, la reconstrucción, en un futuro, de espacios de articulación social y de lucha para las clases populares de la población. Con su trágico y cruel asesinato y el encarcelamiento de numerosos compañeros y compañeras, se ponía fin a la construcción de una sociedad democrática avanzada y se garantizaba durante décadas, mediante el miedo y el terror, la hegemonía y el dominio de las clases dominantes. Hegemonía y dominio que, perpetuándose en el tiempo, han dado como resultado que todas las superestructuras de la actual democracia parlamentaria sigan controladas por las clases dominantes, impidiendo la creación de estructuras populares de contrapoder como las que constituían las casas del pueblo de los años treinta. El asesinato es expresión de la lucha de clases desatada por las clases dominantes contra las clases populares. Los partidarios de la propiedad privada y del orden burgués asesinaron a los dirigentes de quienes cuestionaban tanto la una como el otro, al entender que estas relaciones de dominio impedían su desarrollo y mejora de condiciones de vida. El asesinato se produjo cuando la forma de pensar de los dominados se había transformado en hegemónica. Se había construido poder popular y por vías democráticas (las elecciones de 16 de febrero de 1936) este poder popular amenazó con arrebatar el poder del estado a las clases dominantes. No existió violencia por parte de las clases subalternas contra las clases dirigentes en Otero de Herreros, sin embargo, tras el alzamiento militar las clases dominantes desataron una violencia calculada sobre aquellas.
Pero las enseñanzas de Otero van más allá en muchos sentidos. No es la calidad de cargo público institucional la que llevó a la muerte a estos cinco compañeros, sino su calidad de militantes comprometidos con la construcción y articulación de sociedad civil y con las luchas populares. Son hombres que hacen política en la calle, no en la institución. En este caso, nos encontramos con un militante comunista presidiendo la Casa del Pueblo. La institución servía para apoyar y servir a las luchas populares. No se votaba para que la institución dirigiese a la sociedad, sino que la sociedad de Otero, a través de la Casa del Pueblo, dirigía la institución. Visitando el edificio que la albergaba, nos encontramos con un enorme caserón donde se organizaban las asambleas. Este caserón muchísimo mayor que el propio ayuntamiento debió ser testigo mudo de las asambleas en que los hombres y las mujeres del pueblo debatía sobre las necesidades, los cambios, la lucha contra los capitalistas, etc... En aquellos momentos la política se hacía en la base de la sociedad y de allí se llevaba a las instituciones. La recuperación de estos planteamientos supone, para la izquierda española, uno de los referentes en que debemos mirarnos para encaminarnos hacia una democracia verdaderamente avanzada y participativa. No sólo es necesario mirar, por ejemplo, los centros sociales de los colectivos autónomos y de Rifondazione Comunista en Italia, o la articulación de poder popular a través de los Círculos y Plataformas Bolivarianos de Venezuela, para conocer el camino que debe emprender la izquierda española para construir el bloque histórico y conquistar la hegemonía social. Tenemos referentes cercanos en nuestra historia. El hecho de que la política estuviese en la calle, y no sólo en las instituciones, provocó la reacción fascista debido a la construcción de contrapoder que significaron las casas del pueblo. Su destrucción mediante la represión más sangrienta de sus dirigentes da prueba de la importancia que tuvieron a la hora de construir el bloque histórico que estuvo a punto de arrebatar el poder del estado al capitalismo, la hegemonía conquistada por el bloque histórico sólo pudo ser aplastada mediante los crímenes más execrables. Estos hechos se han reproducido en distintas ocasiones en la historia. En el proceso chileno podemos ver reproducidos muchos de los hechos acaecidos en nuestro país.
Pero la actuación de Otero no sólo
responde a cuestiones políticas locales, Foro por
la Memoria con esta forma de actuar planta, directamente,
cara al imperialismo y a la ideología que actualmente
lo sustenta, el neoliberalismo. El hecho de entender que
la recuperación de la memoria histórica debe
ser un acto socio-político, de carácter colectivo,
significa romper con el sentido individualista que, desde
la cultura dominante se quiere dar a todo tipo de actividad.
Recuperar el sueño de estos hombres, no supone hablar
de la democracia actual, sino de una democracia en todos
los sentidos. Decir que luchaban por la democracia, no significa
decir que luchaban por la democracia parlamentaria burguesa
que tenemos, sino por un sistema de libertades que acabase
con la explotación del hombre por el hombre y en
el que se garantizasen todos los derechos, tanto los políticos,
como los sociales y económicos a todas las personas.
La recuperación de las ideas y sueños de este
colectivo de hombres asesinados supone asumirlos para continuar
con su tarea. Ellos, con su lucha, cuestionaban las relaciones
de poder existentes, nosotros al rescatar esas ideas, la
historia de su lucha y de su asesinato, estamos cargándonos
de razones para luchar contra las relaciones de poder existentes
en la actualidad.
Otero de Herreros ha recuperado parte de
su historia, los familiares de los asesinados han conseguido
descansar y romper con parte del miedo y el dolor que les
atenazaba, pero todo esto no habrá servido de nada
si los hombres y mujeres del pueblo no hacen una reflexión
sobre lo acontecido, sus causas, sus efectos y su relación
con el presente.
Foro por la Memoria seguirá intentando
desenterrar la historia para construir un presente y un
futuro distinto al que tenemos. Trabajaremos para mejorar
nuestros métodos y seguiremos analizando la historia
que recuperemos desde el prisma ideológico de los
militantes de izquierda que buscamos razones para luchar
por otro mundo que es posible y, además, se hace
cada día más necesario.
José Mª Pedreño Gómez
Coordinador de la Excavación
21 de febrero de 2004