Excavaciones

INTRODUCCIÓN AL INFORME DE LOS ESPECIALISTAS
LA EXCAVACIÓN DE OTERO DE HERREROS (SEGOVIA): MEMORIA Y LUCHA
José Mª Pedreño Gómez, Coordinador de la Excavación, 21 de febrero de 2004


La excavación realizada por Foro por la Memoria en Otero de Herreros supone la consagración de una forma de actuar, meditada previamente, que ha dado unos resultados óptimos, tanto en los métodos empleados, como en la consecución de los objetivos que nos proponíamos. La actuación se realizó en dos fines de semana consecutivos (28 a 30 de junio y 4 a 6 de julio de 2004)

En primer lugar, poníamos en juego nuestra capacidad para poder transformar, el rescate de los restos mortales de compañeros asesinados por el fascismo, en una actividad socio-política que fuera más allá de lo meramente humanitario, dando a la excavación las dimensiones culturales, sociales, políticas y jurídicas que -pensamos- son imprescindibles para dotar de contenido a la recuperación de la memoria histórica. Era la primera ocasión en la que Foro por la Memoria ponía en marcha la actuación de un equipo multidisciplinar que acometía la excavación desde todos los aspectos. El trabajo nos permitió constatar que el protocolo de actuación que habíamos elaborado era una herramienta adecuada para trabajar. La actuación realizada en Otero nos permitió mejorarlo y transformarlo en un método estandarizado para acometer el trabajo de forma uniforme en todos los casos. Habíamos teorizado un método basado en experiencias anteriores; en Otero de Herreros lo pusimos en práctica y, la praxis, nos dio la posibilidad de enriquecer estos planteamientos teóricos iniciales. Si las personas que habíamos participado en otras excavaciones y la incorporación de profesionales especializados habían dado un gran impulso a la elaboración teórica, la puesta en práctica que se realizó en Otero sirvió para evaluar errores, ampliar el espectro de especialistas necesarios y afirmarnos en nuestros aciertos.

La actuación se inició a petición del Ayuntamiento de Otero de Herreros, cuya corporación se implicó a unos niveles de actuación, tan elevados, que facilitó la labor en todos los sentidos; es más, sin su apoyo, tanto material como humano, no hubiera sido posible realizar el trabajo. El papel jugado por los familiares, animando con su presencia, en todo momento, a los voluntarios, impidió el desfallecimiento y mantuvo la moral del equipo en los momentos difíciles. El calor humano, la generosidad y la entrega más absoluta fueron la tónica general durante todas las fases del trabajo, tanto antes, como durante y después. La bandera tricolor representativa de los valores que defendían los caídos y, también, de los valores que deseamos rescatar, para hacerlos nuestros, ondeó, a lo largo de todo el proceso, sobre un mástil improvisado.

Los informes de cada uno de los especialistas dan una visión clara del trabajo realizado, pero éste sería incompleto si no realizamos una reflexión, respecto a los hechos cuya historia hemos recuperado, que sirva para el presente y el futuro. Si la acción de los militantes especialistas es imprescindible, no los es menos el trabajo de los militantes sin ninguna especialidad. Las tareas de seguridad, de apoyo físico en la excavación propiamente dicha y la coordinación de todo el equipo son tareas políticas realizables por militantes de base. La actividad desarrollada se transforma en una auténtica escuela de activismo social y político.

Si bien cada especialista dirige su propio espacio profesional, es el coordinador quien cohesiona y globaliza todas las actuaciones, dando dimensión política al conjunto de actividades que se realizan en la excavación. El protocolo (y la práctica así lo confirma), le asigna tareas de coordinación y cohesión entre todos los actores intervinientes, transformándole en un especialista más. Su función es política y, por lo tanto, le corresponde a él realizar un informe introductorio que complemente, con una lectura política de la historia rescatada, el realizado por los distintos especialistas. No estamos hablando solamente de asesinatos, sino de asesinatos ocurridos como consecuencia de una situación política y social determinada: el alzamiento militar fascista de 18 de julio de 1936. El esclarecimiento y conocimiento de lo ocurrido, sus causas y efectos tienen una lectura social y política que da la verdadera dimensión de la necesidad de recuperar la memoria.

Las relaciones humanas que se dieron cita en todo el proceso de la excavación, suponen romper con la realidad social actual, en la que las personas se relacionan más, en función de cuestiones materiales, que alrededor de valores y principios. Lo que unía a los que participaron en la actuación era dar respuesta a una situación injusta e indigna en la que cinco personas fueron secuestradas -literalmente- y asesinadas en un descampado. Nunca, hasta la fecha, tuvieron las familias posibilidad de conocer realmente que ocurrió con los suyos y, mucho menos, recuperar sus restos mortales. Valores humanos como el amor, la solidaridad, la generosidad, la constancia y el trabajo colectivo se dieron cita a lo largo de todo el proceso. Se compartió todo, desde los momentos duros en que no se conseguía dar con el punto exacto de los enterramientos, hasta los momentos álgidos y emotivos en que fueron apareciendo cada uno de los cinco cuerpos. Pero también nos unía nuestro compromiso militante, nuestra necesidad de conocimiento y las ansias de justicia.

Existe una fuerte ligazón entre la lucha social que se desarrollaba en nuestro país en los años treinta y nuestra lucha actual. Los cinco compañeros de Otero de Herreros, asesinados en agosto de 1936 por falangistas, lo fueron por su calidad de militantes comprometidos con la causa de la Libertad y la Justicia Social. Eran dirigentes de la Casa del Pueblo de Otero de Herreros que, ejerciendo un derecho legítimo y la obligación de todo ciudadano a la defensa de la legalidad democrática, representada por la II República, habían convocado la huelga general contra el golpe de estado fascista. Ejercieron un derecho (el de la huelga) y dieron cumplimiento a una obligación de ciudadano (defender el gobierno democrática y legalmente constituido). Fueron héroes, no delincuentes como los asesinos afirmaron a lo largo de décadas; los verdaderos delincuentes, los asesinos, fueron los golpistas y todos aquellos que les apoyaron y se unieron a sus filas. Pero no fueron sólo esos hechos los que les llevaron a la muerte. El asesinato fue selectivo, los asesinos (los testimonios obtenidos así lo atestiguan) buscaban a los dirigentes de la Casa del Pueblo. El estudio del periodo histórico y la visita a numerosas poblaciones de la zona, nos da como resultado la existencia, en aquellos años, de una fuerte articulación social alrededor de las casas del pueblo, los ateneos (tanto libertarios como republicanos) y multitud de entidades asociativas de todo tipo, que propiciaban una autentica revolución social por vías democráticas. Esta articulación social, tejida alrededor de valores democráticos participativos y sociales, divulgados gracias a la existencia de estos espacios de libertad, ponía en peligro los intereses económicos de las oligarquías españolas y sus aliados tradicionales (la Iglesia, el ejército y el capital transnacional). En la reacción de las clases dominantes contra la existencia de una democracia avanzada (tanto en lo social, como en lo político, lo cultural y, sobre todo, en lo económico) se encuentra la base del fascismo, como régimen de excepción creado para la destrucción de las organizaciones de base populares, mediante la eliminación física de sus dirigentes sociales, políticos y culturales, con el ánimo de mantener el dominio y el control social, a lo largo del tiempo, que les permita consolidar y extender su poder, generando, mediante la represión y el terror, una nueva base social sumisa, dispuesta a ser explotada sin ninguna clase de resistencia. La construcción de un tejido social, avanzado culturalmente, la formación de dirigentes e intelectuales y la creación de estructuras organizativas, es un largo proceso para un pueblo, lleva décadas. El capitalismo lo sabe, por eso organizó la matanza, para obtener y moldear una sociedad ignorante y sumisa a sus intereses, que se extendiese en el tiempo, para permitirle reconducir y controlar la construcción de un nuevo tejido social dominado. Los efectos han durado décadas y, posiblemente, se extenderán todavía en el tiempo; la propia izquierda no puede escapar al influjo de estos efectos, habiendo asumido muchos de los valores culturales de los vencedores, transformándose, en numerosas ocasiones, en una auténtica caricatura de sí misma. La recuperación de estos hechos y su análisis, nos permitirá que, la construcción de tejido social que se realice, en un futuro, sea bajo otros valores, distintos a los deshumanizados valores hegemónicos de los herederos ideológicos del franquismo, para que la política vuelva a hacerse en la calle y de ahí llevarla a las instituciones, y no al revés, como se hace en estos tiempos, que la política se hace en las instituciones para llevarla después a la calle; para que las personas piensen por sí mismas y sus mentes, hasta ahora moldeadas por décadas de miedo y represión, sean menos permeables a los dictados de los medios de comunicación de las clases dominantes; en definitiva, para que la democracia no sea una cuestión de votos, sino el verdadero ejercicio de poder de las clases populares. Pero hay más. Cuando en estos tiempos hablamos de neoliberalismo y democracia representativa y, desde algunos sectores de la izquierda, defendemos la democracia participativa, definiéndola incluso (tal como hace Heinz Dieterich Steffan) como neosocialismo, nos encontramos con un antecedente real que se transforma, para la desideologizada (y por tanto débil) izquierda española, en un referente del que aprender. Con todo esto también descubrimos que las relaciones de dominio, el ejercicio del poder, pueden cambiar y que, lo que hoy llamamos democracia, no es más que un mero nombre vacío, si lo comparamos con la democracia que propició la II República; los procesos son reversibles cuando comprendemos su desarrollo. Esta democracia que disfrutamos (o que padecemos, según se mire) no es algo sin principio ni fin y sin alternativas. Es una democracia de dominantes y dominados, controlada por los primeros, que construyeron su dominación sobre una gran matanza, realizada por sus padres ideológicos (y en muchos casos físicos). No conocemos el proceso que se siguió para que la casa del pueblo de Otero de Herreros pasase a manos privadas, pero sí sabemos que, en 1936, era patrimonio colectivo de las clases populares del lugar y hoy, pertenece a un particular. También desconocemos la cuantía de las propiedades incautadas a los represaliados y asesinados de Otero, ni a que manos fueron a parar, pero creemos que muchas de estas propiedades pasaron a engrosar el patrimonio de los asesinos (o al menos de sus cómplices o de sus dirigentes). En todo caso, la represión ejercida sobre las clases populares propició la posibilidad de aumentar la extracción de plusvalías y aumentar la tasa de ganancias de las clases dominantes, al destruir la posibilidad de toda resistencia a la explotación. Es prematuro y aún se hace necesario ahondar más en los archivos (si quien controla el poder nos lo permite, algo terriblemente difícil ya que supone cuestionar las actuales relaciones de dominio), pero seguramente, cuando lo hagamos, nos llevaremos nuevas sorpresas respecto a la directa relación que existe entre el ejercicio del poder de las actuales clases dominantes y la matanza de militantes de izquierda.

El asesinato de los cinco compañeros de Otero de Herreros supuso la desaparición de las personas que podían articular, por su calidad de dirigentes sociales naturales del pueblo, cualquier clase de resistencia ante los intereses de las clases dominantes y, por supuesto, la reconstrucción, en un futuro, de espacios de articulación social y de lucha para las clases populares de la población. Con su trágico y cruel asesinato y el encarcelamiento de numerosos compañeros y compañeras, se ponía fin a la construcción de una sociedad democrática avanzada y se garantizaba durante décadas, mediante el miedo y el terror, la hegemonía y el dominio de las clases dominantes. Hegemonía y dominio que, perpetuándose en el tiempo, han dado como resultado que todas las superestructuras de la actual democracia parlamentaria sigan controladas por las clases dominantes, impidiendo la creación de estructuras populares de contrapoder como las que constituían las casas del pueblo de los años treinta. El asesinato es expresión de la lucha de clases desatada por las clases dominantes contra las clases populares. Los partidarios de la propiedad privada y del orden burgués asesinaron a los dirigentes de quienes cuestionaban tanto la una como el otro, al entender que estas relaciones de dominio impedían su desarrollo y mejora de condiciones de vida. El asesinato se produjo cuando la forma de pensar de los dominados se había transformado en hegemónica. Se había construido poder popular y por vías democráticas (las elecciones de 16 de febrero de 1936) este poder popular amenazó con arrebatar el poder del estado a las clases dominantes. No existió violencia por parte de las clases subalternas contra las clases dirigentes en Otero de Herreros, sin embargo, tras el alzamiento militar las clases dominantes desataron una violencia calculada sobre aquellas.

Pero las enseñanzas de Otero van más allá en muchos sentidos. No es la calidad de cargo público institucional la que llevó a la muerte a estos cinco compañeros, sino su calidad de militantes comprometidos con la construcción y articulación de sociedad civil y con las luchas populares. Son hombres que hacen política en la calle, no en la institución. En este caso, nos encontramos con un militante comunista presidiendo la Casa del Pueblo. La institución servía para apoyar y servir a las luchas populares. No se votaba para que la institución dirigiese a la sociedad, sino que la sociedad de Otero, a través de la Casa del Pueblo, dirigía la institución. Visitando el edificio que la albergaba, nos encontramos con un enorme caserón donde se organizaban las asambleas. Este caserón muchísimo mayor que el propio ayuntamiento debió ser testigo mudo de las asambleas en que los hombres y las mujeres del pueblo debatía sobre las necesidades, los cambios, la lucha contra los capitalistas, etc... En aquellos momentos la política se hacía en la base de la sociedad y de allí se llevaba a las instituciones. La recuperación de estos planteamientos supone, para la izquierda española, uno de los referentes en que debemos mirarnos para encaminarnos hacia una democracia verdaderamente avanzada y participativa. No sólo es necesario mirar, por ejemplo, los centros sociales de los colectivos autónomos y de Rifondazione Comunista en Italia, o la articulación de poder popular a través de los Círculos y Plataformas Bolivarianos de Venezuela, para conocer el camino que debe emprender la izquierda española para construir el bloque histórico y conquistar la hegemonía social. Tenemos referentes cercanos en nuestra historia. El hecho de que la política estuviese en la calle, y no sólo en las instituciones, provocó la reacción fascista debido a la construcción de contrapoder que significaron las casas del pueblo. Su destrucción mediante la represión más sangrienta de sus dirigentes da prueba de la importancia que tuvieron a la hora de construir el bloque histórico que estuvo a punto de arrebatar el poder del estado al capitalismo, la hegemonía conquistada por el bloque histórico sólo pudo ser aplastada mediante los crímenes más execrables. Estos hechos se han reproducido en distintas ocasiones en la historia. En el proceso chileno podemos ver reproducidos muchos de los hechos acaecidos en nuestro país.

Pero la actuación de Otero no sólo responde a cuestiones políticas locales, Foro por la Memoria con esta forma de actuar planta, directamente, cara al imperialismo y a la ideología que actualmente lo sustenta, el neoliberalismo. El hecho de entender que la recuperación de la memoria histórica debe ser un acto socio-político, de carácter colectivo, significa romper con el sentido individualista que, desde la cultura dominante se quiere dar a todo tipo de actividad. Recuperar el sueño de estos hombres, no supone hablar de la democracia actual, sino de una democracia en todos los sentidos. Decir que luchaban por la democracia, no significa decir que luchaban por la democracia parlamentaria burguesa que tenemos, sino por un sistema de libertades que acabase con la explotación del hombre por el hombre y en el que se garantizasen todos los derechos, tanto los políticos, como los sociales y económicos a todas las personas. La recuperación de las ideas y sueños de este colectivo de hombres asesinados supone asumirlos para continuar con su tarea. Ellos, con su lucha, cuestionaban las relaciones de poder existentes, nosotros al rescatar esas ideas, la historia de su lucha y de su asesinato, estamos cargándonos de razones para luchar contra las relaciones de poder existentes en la actualidad.

Otero de Herreros ha recuperado parte de su historia, los familiares de los asesinados han conseguido descansar y romper con parte del miedo y el dolor que les atenazaba, pero todo esto no habrá servido de nada si los hombres y mujeres del pueblo no hacen una reflexión sobre lo acontecido, sus causas, sus efectos y su relación con el presente.

Foro por la Memoria seguirá intentando desenterrar la historia para construir un presente y un futuro distinto al que tenemos. Trabajaremos para mejorar nuestros métodos y seguiremos analizando la historia que recuperemos desde el prisma ideológico de los militantes de izquierda que buscamos razones para luchar por otro mundo que es posible y, además, se hace cada día más necesario.


José Mª Pedreño Gómez
Coordinador de la Excavación
21 de febrero de 2004