Los niños perdidos del
franquismo
lafogata.org - sept 2003
http://www.lafogata.org/02europa/10europa/franquismo.htm
LA VIEJA EUROPA
LOS
NIÑOS PERDIDOS DEL FRANQUISMO
Se cumplen 25 años de la primera
asociación de mujeres que se puso en marcha para buscar a
los niños apropiados por un estado terrorista: Abuelas de
Plaza de Mayo. Si su valiente respuesta a esta violación de
los derechos humanos fue hasta entonces un hecho único, su
historia en cambio tenía algunos precedentes. Es el caso de
"Los niños perdidos del franquismo".
El régimen de Franco, al igual que los de las Juntas Militares
argentinas, también aplicó sobre los hijos de los vencidos
su teoría de "separar el grano de la paja". Muchos niños fueron
entregados en adopciones clandestinas -fueron robados o secuestrados
sin miramientos, sobre todo en las zonas rurales- o se les
privó de su identidad a golpe de registro civil y decreto;
otros murieron de inanición o epidemias en las cárceles de
sus madres -separados de ellas, o compartiendo su destino-;
otros fueron convertidos en enemigos de sus padres -considerados
oficialmente como "dementes"-; y algunos desaparecieron -incluso
fueron repatriados del exilio para esa desaparición forzosa-.
Tras veinticinco años, su memoria ha salido a la luz gracias
al documental "Els nens perduts del franquismo" ("Los niños
perdidos del franquismo"), realizado tras un minucioso trabajo
de investigación -del que se edita en estos días también un
libro- de los periodistas de la TV de Catalunya Montse Armengol
y Ricard Bellis, con asesoría del historiador Ricard Vinyes,
y que recoge el desgarrador testimonio de unas criaturas desprovistas
de todo derecho, etiquetadas de "enemigos", cuyo único delito
fue ser hijos de repúblicanos, es decir, hijos de quienes
se mantuvieron voluntariamente fieles a la Constitución y
la democracia frente a los militares golpistas, o hijos de
quienes se vieron en la zona republicana y no tuvieron elección
posible.
Cuesta pensar que hayamos necesitado en España 25 años -los
mismos 25 años que llevan las Abuelas luchando en Argentina-
de otra Constitución y otra democracia para que se haya prestado
voz a las víctimas, al primer reclamo contra la impunidad
de los crímenes cometidos sobre los más inocentes de los "vencidos".
Gala Rebés Al Sur del Sur.
Plataforma contra la impunidad
y por los DDHH. España Coordinadora del Programa Textos para
una Justicia Universal
DOSSIER: LOS NIÑOS PERDIDOS
DEL FRANQUISMO
1/ Hijos de las cárceles franquistas
2/ La formación del espíritu nacional.
3/ Franco y su cacería de los "niños rojos"
4/ La coartada psiquiátrica: Un marxista es un débil mental
5/ Los esclavos del franquismo
6/ Dos campañas para firmar, solidaridad hoy: - Huérfanos
del Exilio - Protesta por las subvenciones a la Fundación
Francisco Franco
HIJOS
DE LAS CÁRCELES FRANQUISTAS
por Teresa Cendrós y Francesc
Valls / publicado en El País
Las cosas empeoraron en la posguerra.
Las cárceles de mujeres comenzaron a albergar niños en sus
celdas. Las condiciones de salud eran infrahumanas.
El Estado y sobre todo la Iglesia, a través de internados,
eran las dos patas sobre las que se poyaba la vuelta a la
sociedad de los hijos de los presos republicanos. En la madrileña
cárcel de Ventas, en los años cuarenta, que tenía una capacidad
para 500 reclusas, había más de 5.000. Y los hijos vivían
con ellas. En 1942 estaban tutelados por el Estado en centros
religiosos y establecimientos públicos 9.050 niños y niñas.
Al año siguiente, la cifra ascendió a 12.042. La guerra civil
dejó una España sembrada de cadáveres y miseria. La posguerra
no fue mejor. Las prisiones tenían internos que no figuraban
en los registros: los hijos de las encarceladas republicanas.
Nadie sabe cuántos fueron, ni qué sucedía cuando llegaban,
con suerte, a cumplir los seis años y a salir de prisión.
La Iglesia y el Estado se encargaban de su 'reeducación'.
A muchos les cambiaron los apellidos, mientras emprendían
el camino del seminario o de la adopción por familias católicas
y 'adictas al régimen'.
"Hija mía! ¡No me la quiten! Por compasión, no me la roben.
¡Que la maten conmigo! ¡Me la quiero llevar al otro mundo!
¡No quiero dejar a mi hija con esos verdugos!". Fray Gumersindo
de Estella describe así los gritos que el 22 de septiembre
de 1937 se oyeron en la cárcel de Torrero (Zaragoza) antes
del fusilamiento, entre otros detenidos republicanos, de Selina
Casas -de la que se decía que era la mujer de un anarquista
llamado Durruti- y Margarita Navascués. "Las di la absolución
y, antes de que el teniente descargara los tiros de gracia,
me alejé de aquel lugar caminando como un autómata", prosigue
el relato. El historiador Julián Casanova, que ha sacado a
la luz los escalofriantes diarios del citado fraile capuchino,
agrega que dos monjas se llevaron a las hijas de las fusiladas
a la casa de la maternidad.
¿Cuál fue el destino de los hijos de los hombres y mujeres
represaliados por el franquismo? ¿Qué papel jugó la Iglesia?
¿Cuántos fueron dados en adopción? ¿Cómo trató el régimen
del 18 de julio a esos "hijos de débiles mentales"?, tal como
los definía el psiquiatra militar Antonio Vallejo Nágera,
autor de "Eugenesia de la hispanidad". Muchas de estas preguntas
tienen difícil respuesta. No hay datos de qué sucedió en las
cárceles con los hijos de las presas que permanecían con sus
madres hasta los tres o los seis años. El hecho de que las
familias estuvieran divididas, en las cárceles o en el exilio,
la desaparición por fusilamiento de la madre o que la presencia
de niños en las prisiones no constara en ningún registro son
impedimentos que convierten los testimonios personales en
elementos de excepcional importancia.
"Una serie de disposiciones legales de los años 1940 y 1941
propiciaban que los padres de los niños que ingresaran en
el Auxilio Social perdieran la patria potestad, que pasaba
al Estado; también facilitaba el cambio de apellidos siempre
y cuando la familia adoptante fuera profundamente católica
y adicta al regimen", afirma el historiador Ricard Vinyes,
asesor del documental de la televisión catalana TV-3 "Els
nens perduts del franquismo" (Los niños perdidos del franquismo),
fruto del trabajo de un año, recientemente emitido por el
canal autonómico y que ha causado gran impacto social en Cataluña.
El Estado y sobre todo la Iglesia, a través de internados,
eran las dos patas sobre las que se apoyaba la vuelta a la
sociedad de los hijos de presos republicanos en la España
católica y triunfante del 18 de julio.
Algunos de esos niños eran dados en adopción, otros emprendían
carrera como seminaristas. El objetivo era cortar cualquier
conexión con el pasado.
PEQUEÑOS REPATRIADOS La preocupación del régimen por los hijos
de los republicanos se plasmó en las colonias infantiles en
el extranjero. El Servicio Exterior de Falange puso especial
énfasis en repatriar a esos niños y niñas, muchas veces con
su familia desaparecida, y de los que el avance de las tropas
alemanas en Europa facilitó el retorno masivo. Así, de los
17.489 evacuados a Francia por la República, 12.831 fueron
repatriados; en Bélgica, la cifra de retornados fue de 3.798
de los 5.130 niños españoles que habían sido evacuados. En
total, de 32.037 niños enviados por sus padres al exterior
regresaron 20.266, según datos que ha recopilado Ricard Vinyes.
"No sé lo que pudo pasar con posterioridad al año 1940, sólo
respondo de mi periodo de mando en el Auxilio Social [hasta
el fin de la guerra], pero en el periodo que yo estuve al
frente puedo afirmar que no hubo absolutamente ninguna irregularidad
en el terreno de las adopciones', explica Mercedes Sanz-Bachiller,
de 90 años, viuda de Onésimo Redondo, fundador de las JONS
[partido político que se fusionó durante la II República con
Falange para dar origen a FE y de las JONS]. La pugna con
Pilar Primo de Rivera -hermana del fundador de Falange- apartó
a Mercedes Sanz-Bachiller de la dirección de Auxilio Social,
"una idea que -recuerda- copiamos de Alemania, porque no todo
era tan malo allí, como seguramente tampoco lo era en la China
de Mao".
"Nosotros nunca quisimos discriminar a nadie, tampoco queríamos
hacer caridad, como la Iglesia, y debo decir que durante mi
mandato nada de esto sucedió", agrega.
Las cosas empeoraron en la posguerra. Las cárceles de mujeres
comenzaron a albergar inquilinos infantiles en sus celdas.
Y las condiciones de salud y alimentación eran infrahumanas.
La catalana Carme Riera, de 88 años, tiene a su hija Aurora
enterrada en Mutriku (Vizcaya) desde 1940. La niña murió con
sólo un año de un virus desconocido que mató a 30 criaturas
en una semana en la cárcel de Saturrarán, donde Carme Riera
cumplía una pena de 30 años por el único delito de haber sido
la compañera de un dirigente del sindicato CNT, Horacio Callejas,
fusilado en 1939 en Barcelona."'En Saturrarán -narra esta
mujer- éramos unas 200 madres con hijos". Ella nunca quiso
separarse de su hija, aunque, según cuenta, las religiosas
que regentaban la maternidad de Les Corts, en Barcelona, donde
nació la pequeña estando Carme Riera detenida, intentaron
llevársela de su lado desde el primer día. "Tuve un buen parto,
pero después sufrí una infección que me mantuvo en cama seis
meses. Con la excusa de que yo no estaba bien las monjas quisieron
quitarme a la niña; decían que yo no la podía criar. Yo me
negué, y por eso no me daban racionamiento para mi hija. Era
su manera de presionarme para que se la entregara, pero nunca
lo hice. Una vez insistieron tanto, que les contesté de mala
manera: 'Nunca os la daré. Antes la ahogo", relata Carme Riera.
En los años cuarenta, las presas se hacinaban en las cárceles.
En la de Ventas (Madrid), con capacidad para 500 reclusas,
había más de 5.000. Y los niños vivían con ellas. "De ese
periodo recuerdo el caso de una joven anarquista que esperaba
ser fusilada y tenía una niña; su último deseo fue que diesen
el bebé a su madre. Cuando la ejecutaron, en el cementerio
del Este, consiguió que, como última voluntad, el oficial
que estaba al mando del pelotón, el que le dio el tiro de
gracia, se comprometiera a llevar a la niña con su abuela.
Inmediatamente después de la ejecución, cuando el militar
volvió a la cárcel, la niña ya no estaba", describe la madrileña
Trinidad Gallego, enfermera y militante del Partido Comunista
que sufrió diversas condenas.
NIÑOS EN LOS PRESIDIOS Episodios como éste coincidían en el
tiempo -principios de los años cuarenta- con la voluntad del
franquismo de legislar sobre la situación infantil en los
presidios. 'Con el tiempo, Saturrarán y las cárceles del país
se quedaron prácticamente sin niños', dice Ricard Vinyes,
que prepara un libro de próxima aparición sobre el mundo penitenciario
femenino. Bajo el término 'destacamento hospicio' se designaban
las operaciones de traslados infantiles a orfanatos o internados
religiosos realizadas bajo la reponsabilidad del Ministerio
de Justicia, ocupado en esa época por Eduardo Aunós Pérez,
antiguo militante de la Lliga Regionalista [partido catalanista
conservador, liderado por Francesc Cambó], que ya había ocupado
dicha cartera durante la dictadura de Primo de Rivera, añade
el historiador.
En 1942 estaban tutelados por el Estado en centros religiosos
y establecimientos públicos 9.050 niños y niñas. En 1943,
la cifra ascendió a 12.042. La ideología que subyacía en esta
orientación del franquismo de segregar de sus familias a los
hijos de presos políticos era la del psiquiatra Antonio Vallejo
Nágera, quien desde 1938 se encargaba del Gabinete de Investigaciones
Psicológicas del Ejército, cuya finalidad era "investigar
las raíces biopsíquicas del marxismo". Vallejo sostenía en
el libro "La locura de la guerra. Psicopatología de la guerra
española" que "si militan en el marxismo de preferencia psicópatas
antisociales, como es nuestra idea, la segregación total de
estos sujetos desde la infancia podría liberar a la sociedad
de plaga tan temible". Y esta doctrina dio sus frutos.
"He visto escenas increíbles durante mi estancia en la cárcel",
recuerda la enfermera Trinidad Gallego. "Uno de esos episodios
fue cuando la mujer de El Campesino recibió la visita de su
hijo, vestido de seminarista, acompañado de un cura', añade.
TESTIMONIOS: UXENU ÁLVAREZ Al asturiano Uxenu Álvarez, de
72 años, también le tocó ver a sus dos hermanos, Arcadio y
Rodolfo, vestidos de cura. Cuando encarcelaron a su padre
y lo condenaron a muerte -"sin tener delito de sangre ninguno;
mi padre era sencillamente un obrero defensor del Gobierno
legal que había ayudado con su coche a las fuerzas legale",
explica Uxenu Álvarez-, a él y a tres de sus hermanos, huérfanos
de madre, los ingresaron en el hospicio de Pravia (Asturias).
Poco después a Arcadio y a Rodolfo se los llevaron al seminario.
"A mí, con sólo siete años, me vistieron de falangista, y
a mis hermanos, de curas. Ni ellos ni yo teníamos ni idea
de qué nos estaban haciendo", cuenta.
JULIA MANZANAL "En Anorebieta dormíamos en jergones de 40
centímetros: las unas al lado de las otras y con los niños.
Una noche, Julia se puso muy enferma. Trinidad Gallego, que
era enfermera, me dijo que era meningitis, que debía despedirme
de la niña. Y así, la pequeña Julia, con sus preciosos ojos
cambiantes, cada día de un color, se fue", recuerda emocionada,
a los 87 años, Julia Manzanal, comisaria política del batallón
Comuna de Madrid, de la 42 Brigada Mixta, V Regimiento. "Nos
pasamos toda la noche llamando a las monjas, pero no hubo
nada que hacer; no se presentaron. Cuando llegaron por la
mañana ya estaba muerta", explica la veterana militante comunista.
"Como yo era de las que no comulgaban, no dejaron que me despidiese
de la niña en la capilla, porque son religiosas, pero malas
como ellas solas", añade. Al final consiguió entrar en la
enfermería, y dentro de la caja de la pequeña deslizó -en
un descuido de las vigilantas- una bandera roja con la hoz
y el martillo que ella misma había hecho. "Por el bien de
la humanidad, Julia, te juro que seguiré siendo la misma",
le dije. Así acabó el peregrinaje conjunto de las dos Julias
-madre e hija- por las cárceles del franquismo, que había
empezado tras la caída de Madrid, cuando la pequeña apenas
tenía unos días. "Primero me llevaron a la comisaría de Arlabán,
y luego, a otra del paseo del Prado, donde le debo la vida
a un carlista que me hizo ingresar en la prisión de Ventas
para librarme de un falangista que quería acabar conmigo",
explica Julia, que defendió el cerro del Basurero de Carabanchel
de los ataques de los sublevados. "La niña iba sin cambiar
y yo le iba haciendo pañales con mi ropa", y añade: "La situación
era insostenible, nos daban rancho una vez al día y los niños
eran alimentados por algo que se empeñaban en decir que era
leche, pero no lo era, dos veces al día". Y llegó el juicio:
una pena de muerte que le fue conmutada a los 10 meses de
entrar en prisión. Pero Julia era una joven conocida. Era
cigarrera, y entre sus clientes se contaba la clientela distinguida
de Chicote y el mismísimo general Fanjul. Así que tuvo que
salir de la cárcel de Ventas. En la prisión no podrían haber
parado con argumentos a los falangistas de alto rango que
tenían la intención de matarla. "Nos dieron como destino Amorebieta,
y yo no pude dejar a la niña con mi madre: la habían desahuciado
de casa y no sabía dónde estaba. Esa noche diluviaba y nos
embarcaron en un tren de mercancías desconchado: el agua entraba
por el techo; teníamos que hacer las necesidades en un rincón
y el viaje fue largísimo", recuerda Manzanal. "Llegamos a
Amorebieta y allí también diluviaba; un guardia civil vio
a la niña mojándose y me dijo: 'Bueno, pues si me echan del
cuerpo que lo hagan'. Cogió a la pequeña Julia en brazos y
la cubrió con el capote hasta el penal gobernado por monjas...,
porque en Ventas las funcionarias eran unas fachas, pero la
Iglesia puso locales y medios para materializar la represión",
concluye.
VICENTA FLORES "No sé exactamente cuándo nací. Mi primer recuerdo
es de una casa de la calle Ramón y Cajal, de Valencia. Me
acuerdo de un hombre al que yo llamaba padre y que me cogía,
me sentaba en sus rodillas y me tenía siempre revoloteando
alrededor de él. Me sentía mimada, querida... Era feliz. Mi
siguiente recuerdo es de un tren. Me acuerdo de sostener en
la mano una banderita roja y amarilla, de asomarme a la ventanilla,
de jugar con otros niños. Cuando llegamos al destino -después
supe que era Madrid- había muchas personas. Enseguida se lanzaron
hacia nosotros. Nos zarandeaban, pero cogían a los otros niños.
A mí, no. Me agarraban, me miraban y me dejaban... No me acariciaban
ni me besaban, como hacían con los demás. Por primera vez
supe qué era sentirse despreciada y eché de menos a mi padre".
Quien así habla es Vicenta Flores, hija de Melecio Álvarez
Garrido, comisario de guerra ejecutado en 1939, que a la muerte
de su padre, contando ella cinco o seis años, fue internada
en el colegio de la Paz, de Madrid, dependiente de la Diputación.
Vicenta Flores, como la bautizaron en el orfanato, o Vicenta
Álvarez, como dijo ella que se llamaba al llegar allí, o Pili
Garrido, que es el nombre que eligió cuando alcanzó la mayoría
de edad, ha dedicado prácticamente toda su vida a buscar sus
orígenes, y esa exploración ha sacado a la luz algunos de
los métodos del régimen franquista para desenraizar a los
hijos de los republicanos, de acuerdo con la doctrina del
psiquiatra Antonio Vallejo Nágera. Poco tiempo después de
ingresar en el hospicio, la niña Vicenta empezó un vía crucis
que la llevó a convivir hasta con cuatro familias distintas,
respetables, católicas y afectas al Movimiento. "Venían parejas
a verme al colegio... Algunas volvían más tarde y me llevaban
a sus casas. ¿Cuánto tiempo? No lo sé. Luego me devolvían
con las monjas. Cuando me recogían, las religiosas me decían:
'Mira, Vicenta, que tus papás han venido a buscarte'. La primera
vez me puse muy contenta, porque yo esperaba encontrar a mi
padre, a Melecio Álvarez, pero no era él.
Eran otras personas las que decían ser mis padres; esas personas
aseguraban que me habían extraviado y que venían a recogerme
y a llevarme a casa.
Entonces en mi cabeza empezó a nacer una gran confusión: yo
sabía quién era mi padre verdadero, pero esas gentes aseguraban
ser ellas mis padres y decían haberme perdido. Si me hubiera
quedado con alguna de esas familias, hoy en día tendría absolutamente
asumida esa versión". Por fin, un matrimonio de agricultores
de Herencia (Ciudad Real) acogió a Vicenta, aunque jamás la
adoptó. "Creo que esa familia fue la definitiva, porque vivía
muy lejos y era la manera de que yo nunca supiera nada sobre
mis verdaderos orígenes". "Con tanto entrar y salir, ir de
un sitio a otro, conocer a padres distintos, tener nombres
distintos... Todo aquello se quedó en mi cabeza, de modo que
desde que llegué a Herencia, a los siete años, hasta los 14,
olvidé completamente quién era yo, quién era Melecio Álvarez,
ni recordaba Valencia, ni nada de lo que había vivido antes
de llegar allí.
Para mí, esa pareja eran mis padres, y los quería como tales".
Pero con la adolescencia llegaron los problemas; siempre había
en el pueblo algún alma caritativa que se ocupaba de recordar
a Vicenta que era una niña de la inclusa, abandonada... "Muchas
veces he pensado que despertaron mis ansias de buscar mi verdad
una zanahoria que un niño me lanzó a la cara y que me hizo
sangrar mucho por la nariz. Entonces pensé: '¿Pero, qué hago
yo aquí? Si mi padre verdadero se llama Melecio Álvarez, si
vivíamos en Valencia...' Y hacia allí me fui" A partir de
entonces, Vicenta inició una minuciosa investigación que la
ha llevado a reconstruir la vida de su padre, natural del
Villalpando (Zamora), y sus años de niña en Valencia. Ahora,
con una vida plena cerca de París, seis hijos y 12 nietos,
sólo le resta saber quién fue su madre. De ella sólo sabe
que probablemente murió de parto y que se llamaba Reme.
Proceso. Com
En España, la dictadura del general
Francisco Franco se adelantó a su similar de Argentina: secuestró
a cientos de niños, hijos todos de republicanos. Muchos murieron
en cárceles y campos de concentración; la mayoría fueron internados
en hospicios y colegios. El régimen franquista les cambió
la identidad y los entregó en adopción a familias afines a
su ideología. Había que salvar a España de la plaga del marxismo.
A 60 años de distancia, muchos niños rojos intentan reconstruir
la historia de sus vidas: quieren recuperar su pasado.
FRANCO Y SU CACERÍA DE LOS "NIÑOS ROJOS"
Sanjuana Martínez. Madrid.- Cuando eran niños, fueron separados
por la fuerza de sus padres, internados en hospicios y colegios
especiales y, con identidades falsas, entregados en adopción
a familias afines a la dictadura del general Francisco Franco.
Ahora, 60 años después, aquellos niños -todos hijos de republicanos-
buscan su verdadera identidad e intentan reconstruir su historia.
Lo hacen con escasos recursos. No tienen el apoyo del gobierno
de José María Aznar que, de entrada, se niega a condenar el
golpe de Estado perpetrado por el general Franco contra el
gobierno legítimo de la República.
En 1936, a medida que las tropas sublevadas ganaban posiciones,
las cárceles se llenaron de miles de personas: hombres y mujeres,
militares leales al gobierno y simples simpatizantes de la
República.
Muchos hijos de esos presos estuvieron también en la cárcel
con sus padres o fueron enviados a los llamados hospicios
de Auxilio Social. Otros fueron internados en colegios religiosos.
Mediante un decreto de ley, les cambiaron los nombres y apellidos
y les dieron una nueva identidad.
Se instituyó así la llamada caza de niños rojos.
La plaga del marxismo El plan se inspiró en las teorías fascistas
del comandante Antonio Vallejo-Nájera, jefe del servicio de
Psiquiatría del Ejército de Franco. Y se apoyó en el Patronato
para la Redención de Penas por el Trabajo, establecido en
los campos de concentración de la posguerra.
Según Vallejo-Nájera, se trataba de separar a los hijos de
los rojos para liberar a la sociedad española de la terrible
plaga del marxismo. Miles y miles de niños han sido arrancados
de la miseria material y moral; miles y miles de padres de
esos niños distanciados políticamente del nuevo Estado español
se van acercando a él agradecidos con esta trascendental obra
de protección, escribió en sus memorias, publicadas en 1944.
Las antiguas imágenes de trenes llenos de huérfanos españoles
diciendo adiós con banderitas de la Falange -agrupación político-militar
de corte fascista, cuya ideología sustentó al gobierno de
Franco- corresponden a los llamados hijos de los rojos, quienes
desde los campos de concentración franquistas eran trasladados
a hospicios y colegios.
El plan iba más allá de España. Mediante el servicio exterior
de la Falange se creó la Delegación Extraordinaria de Repatriación
de Menores, con el fin de regresar a España a los niños sin
el consentimiento de sus padres ni de las familias que los
habían acogido en el extranjero y evitar así la reunificación
familiar.
Por primera vez, documentos secretos sobre este servicio oficial
salieron a la luz pública: El programa 30 Minuts de TV3 (Televisión
de Cataluña) los acaba de difundir en un reportaje, producto
de un año de investigación de los reporteros Montserrat Armengou
y Ricard Belis, con la asesoría del historiador Ricard Vinyes.
Armengou y Belis también escribieron el libro Los niños perdidos
del franquismo, editado por Plaza y Janés, que saldrá a la
venta en las próximas semanas.
En entrevista con la corresponsal, ambos autores coinciden:
"Antes que las dictaduras militares de Argentina, la de Franco
desapareció a niños: Es un episodio espeluznante que luego
de 25 años de democracia han querido silenciar", dice Montserrat.
"Ya es hora de que esas personas recuperen su identidad",
comenta Ricard.
Según la investigación, muchos niños murieron en las cárceles,
donde permanecían con sus madres hasta los tres años de edad.
Otros fueron enviados a un hospicio, a un colegio o fueron
adoptados por una familia.
Muchos, sin embargo, fallecieron en los campos de concentración
o en los trenes que los trasladaban.
"A muchos niños desaparecidos los robó el Estado. Algunas
niñas fueron internadas en centros religiosos. Se hacían monjas
porque les metían en la cabeza que debían redimir los pecados
de sus padres rojos", comenta Montserrat.
Ricard explica que comandos de la Falange secuestraron a muchos
niños en el extranjero, como en Francia, con la colaboración
de la Gendarmería. Es muy difícil contabilizar los niños desaparecidos.
No hay documentos. Muchos archivos han desaparecido... pero
son cientos.
Esta transición del silencio ha perjudicado a la verdad. En
España, iniciamos el procesamiento de Pinochet y de otros
dictadores y nos olvidamos de que aquí pasó lo mismo. Tendemos
a pensar que la dictadura de Franco no fue como la de Hitler.
La verdad es que hubo escenas iguales a las que vemos en las
películas sobre los campos de concentración, con la diferencia
de que en Alemania ya no hay estatuas de Hitler y aquí sí
hay de Franco.
El partido Esquerra Republicana solicitó en el Parlamento
de Cataluña establecer una Comisión de la Verdad para esclarecer
el paradero de los niños desaparecidos durante el franquismo.
Proceso entrevistó a mujeres sobrevivientes de esa etapa oscura
de la historia de España.
La inocencia perdida: Vicenta "Oficialmente, nací a los siete
años, con vestidito blanco y zapatos negros de charol. Eso
dicen los papeles del hospicio", comenta con voz pausada Vicenta
Álvarez Garrido.
A sus 70 años, Vicenta logró por fin reconstruir su vida infantil.
Era la hija de un capitán del Ejército republicano. Para ella,
lo más importante es que se sepa que no era hija de nadie,
que tuvo un padre respetable y digno, el mejor de todos.
Su historia comenzó el 20 de febrero de 1940, en plena posguerra.
Ese día, Lola, la mujer a quien su padre se la había encomendado
años atrás, la dejó recién bañada y bien vestida en el andén
de la estación de ferrocarriles de Valencia a la espera del
tren que llevaba a los huérfanos de los rojos: "Me acuerdo
que me bajaron del tren y me preguntaron cómo me llamaba.
Les dije que era hija de Melecio Álvarez Garrido y que vivíamos
en Valencia en el número 13 de la calle Ramón y Cajal".
Fue trasladada al hospicio del colegio de La Paz, en la calle
O'Donell de Madrid. Allí, las monjas le expidieron su singular
acta de nacimiento a la edad de siete años y medio que, a
ojo de pájaro, le calcularon. La bautizaron y le dieron un
nuevo nombre: Vicenta Flores Ruiz. "Recuerdo que me miraban.
Una decía: tiene ocho años, y la otra decía, siete. Y me pusieron
siete y medio" Ella les repetía: "Me llamo Vicenta y mi padre
es capitán y se llama Melecio Álvarez Garrido". De nada sirvió.
Hace poco, Vicenta encontró un documento que dice textualmente:
"Interrogada esta menor, las Hermanas han podido conocer los
siguientes datos: que estuvo bajo la protección de Melecio
Álvarez Garrido y de Dolores Luzón".
Vicenta corrió el mismo destino que otros cientos de niños:
la adopción. Fue entregada a cuatro familias diferentes. Siempre,
sor Irene y don Conrado, director del centro, le anunciaban
lo que ella tanto ansiaba: "Vicentita, tus padres vienen a
buscarte. Te perdieron en la guerra, pero ya estan aquí....
Ella nunca creyó aquellas palabras. En su memoria infantil
el recuerdo de su verdadero padre la acompañaba siempre: "Aquellos
eran unos desconocidos. Yo sabía quién era mi padre, nadie
me podía engañar".
Su primera familia fue una pareja de alemanes afincados en
Madrid. Luego, dos señoras, viudas de generales franquistas.
Después, unos comerciantes que tenían una zapatería. Finalmente,
una familia de campesinos del pueblo de Herencia, Ciudad Real:
"Una zona muy franquista", comenta.
Allí aprendió la diferencia entre ser rojo, comunista, o ser
azul, falangista: "Yo era la hija de un rojo y en aquella
época lo que querían es que los hijos no se acordaran de su
familia, que nunca más fueran rojos.
Pero nosotros no teníamos la culpa de nada".
Vicenta se escapó de su familia adoptiva a los 14 años de
edad. Era el año 47 y viajó hasta Valencia en busca de respuesta
a las preguntas sobre su vida. Fue a la calle Ramón y Cajal,
pero no encontró el número 13. La numeración había cambiado.
Su casa estaba en el número 7 y una vecina le confirmó sus
recuerdos infantiles.
"Fue la primera persona que me dijo que mi madre se llamaba
Remedios y que se había muerto en el parto. Me explicó que
la primera mujer con la que me dejó mi padre estaba sorda
y que no oyó un bombardeo durante el cual una pierna me quedó
paralizada. Efectivamente, yo me acordaba de eso".
Luego se fue a trabajar a una cárcel donde estaban presos
los rojos para ver si encontraba a su padre, pero la policía
la descubrió en el convento donde se quedaba a dormir, y la
devolvieron a Herencia.
Esperó a cumplir los 18 años para poder irse sin problemas.
Volvió a Valencia y encontró a Dolores Luzón, la mujer que
la dejó en la estación de tren aquel 20 de febrero de 1940:
Me dijo: 'Yo no podía quedarme contigo, porque me hubieran
llevado a la cárcel, la única opción era dejarte ahí como
huérfana. Eso sí, te vestí lo más elegante que pude'.
"De todas maneras (a Lola) se la llevaron presa", comenta.
En el Ministerio de la Guerra pidió información sobre su padre
y le dijeron que, efectivamente, era militar con la función
de comisario principal de guerra de la Brigada 82 del Ejército
republicano, fusilado el 24 de octubre de 1940 en Paterna,
a la edad de 43 años.
"Mi padre no era un hombre malo -dice entre sollozos Vicenta-.
Para mí, el más grande de los hombres, valiente y honesto.
Más pasan los años y más lo veo grande. Antes de que lo mataran,
escribió a su familia de Zamora para que alguien se hiciera
cargo de mí. Nunca quiso decir mi nombre para que no me mataran".
Vicenta trabajó de sirvienta en Valencia. Intentaba conocer
más datos sobre su historia. Vio un anuncio en el periódico
que solicitaba mujeres para bailar en un espectáculo. La aceptaron
y viajó por España, hasta que un día, en Barcelona, conoció
a Pujol, un catalán radicado en Francia, su actual marido.
A partir de entonces, se fue a vivir a Francia, en donde tiene
seis hijos y 12 nietos. Nunca dejó de reconstruir su vida.
Viajó en varias ocasiones a España, incluso aceptó hacerse
la prueba del ADN en Asturias para saber si había tenido hermanas,
pero salió negativo.
Hace año y medio, Vicenta terminó el rompecabezas de su vida.
Durante una reunión de republicanos en Perpiñan encontró varias
revistas que leyó poco a poco. Así dio con el artículo de
Isidro Guardia, quien contaba su experiencia en el frente
republicano en la Brigada 82. Lo buscó mediante la Redacción
de esa revista y le dieron el teléfono. Le llamé inmediatamente
y le pregunté: '¿Conoció a Melecio Álvarez Garrido?'. Él me
contestó: '¿Quién es usted?'. Le dije que era la hija y le
pareció extraño. No lo dejé reaccionar, simplemente me adelanté:
'Espérame, tomo un avión y voy a verte a Valencia'.
El encuentro entre Vicenta e Isidro fue muy emotivo: "Le dije:
'Melecio tenía una hija, ¿me puedes decir cómo era?'. Me describió
tal y como yo me recuerdo: con flequillo y traviesa. Me dijo:
'Siempre estabas en las piernas de tu padre o jugando alrededor
de él'.
Isidro la llevó a la casa donde nació: "La fui reconociendo
toda (...) Luego me dijo que estuvo con mi padre, hasta que
se lo llevaron para fusilarlo. Le expliqué todos mis recuerdos
sobre mi padre y él fue confirmándomelos uno por uno".
La comisaria: Julia "Mi hija Julia murió a los 15 días de
nacida, en la cárcel de Amorebieta, País Vasco. No hubo ningún
médico que la atendiera", dice Julia Manzanal, la única mujer
que en España ocupó oficialmente el puesto de comisaria principal
de un batallón del Ejército republicano.
La historia de esta comunista de 87 años se remonta a 1939,
un día después de la sublevación de Franco contra la República.
La policía fue a buscarla a su casa y la interrogó durante
días: "Estaba embarazada y el policía, como me conocía, me
dijo: 'Cuando dé a luz, espere 15 días y luego viene a declarar'.
Pero dio la casualidad de que me detuvieron antes de tiempo".
Julia milita desde hace 62 años en el Partido Comunista, y
durante la Guerra Civil dirigió el Batallón Comuna de Madrid
de la Brigada Mixta del famoso Quinto Regimiento: "La Pasionaria
-Dolores Ibarruri- vino a ver a mis 400 chavales al frente
de Madrid donde resistimos hasta el final, durante tres años,
con los franquistas a las puertas. ¡Que valentía!".
Después de ser detenida, Julia pasó cinco años en varias cárceles.
Al final, la regresaron a Amorebieta, justo donde murió su
hija: "Iba tan contenta, porque esperaba ya la libertad. Ese
día, la nieve me tapaba la rodilla y no pude ir al cementerio.
Desde entonces no me he molestado en ir. ¿Para qué?".
Recuerda que en pleno bombardeo su esposo y ella cuidaban
a una gallina.
Querían hacerse un caldito para después del parto: "Ese día
llegó y mi marido me llevó el caldito al hospital, pero las
monjas eran tan malas que me lo querían quitar para darme
unas judías viejas llenas de bichos. ¡He comido tantos bichos
en las cárceles, que ni te cuento!".
Julia recuerda que las presas tenían a sus hijos en las cárceles.
Muchos de ellos morían de hambre y enfermedades: "Un día fueron
a detener a una y ella gritó: 'Lenin, ven acá, hijo mío'.
El policía se volteó y le preguntó: '¿Cómo le ha llamado al
niño?'. Agarraron al niño de sus piernitas y le estrellaron
la cabeza contra la pared".
Muchas madres perdieron a sus hijos en las cárceles, sobre
todo en los pueblos, donde hicieron verdaderas barbaridades
con los niños, como darles palizas tremendas y matar a diestra
y siniestra.
Cuando Julia quiso arreglar su pensión, fue al Ministerio
de Justicia: "Estaba un militarote y me preguntó quién era
mi marido. Le dije: 'Para qué quiere a mi marido, si la comisaria
soy yo'. Se me quedó viendo e incrédulo me preguntó: '¿Usted
comisaria?'. Entonces fue a buscar los papeles. En seguida
salió y me dijo con mala uva: 'Es usted la primera, señora,
porque no hay otra en España'.
Trenes de la muerte: Juana Doña Juana Doña Jiménez -de 84
años, comunista siempre- logró salvar a su hijo Alexis de
año y medio gracias a la leche materna.
Juana pasó 16 años en diferentes penales. La detuvieron en
el puerto de Alicante. Poco antes de terminar la guerra, Franco
había prometido que durante cuatro días sería neutral y acudirían
barcos belgas y franceses para llevarse a más de 25 mil personas.
Fue mentira. Detuvieron a todos. "Nos metieron en trenes de
ganado, iguales a los que vemos en las películas de Hitler"
"Éramos 8 mil mujeres, la mayoría con niños y otras embarazadas.
Cuando nos metieron en el campo de concentración en Alicante,
los niños morían de hambre porque no teníamos qué darles de
comer" El régimen franquista les cambió la identidad y los
entregó en adopción a familias afines a su ideología. Había
que salvar a España de la plaga del marxismo. A 60 años de
distancia, muchos niños rojos intentan reconstruir la historia
de sus vidas: quieren recuperar su pasado.
CLIO,
Nº 9 julio 2002 (Fragmento)
LA FORMACION DEL ESPIRITU NACIONAL
Por Montse Armengol y Ricard Belis Los asilos pertenecían,
en muchos casos, a Auxilio Social, institución creada en 1936
por Mercedes Sanz Bachiller, viuda del líder falangista enésimo
Redondo. Estaba inspirada en la "Winter-Hilfe (Obra de Socorro
Invernal) de la Alemania nazi y pretendía atender a los desamparados.
Pero la caridad no era gratuita. Los niños recibían pan a
cambio de adoctrinamiento y se los educaba en el espíritu
del "Glorioso Alzamiento".
Sanz Bachiller así nos lo expresó: "Teníamos es deseo de hacerles
ver que estaban equivocados. Ya no digo que fueran franquistas,
pero sí anticomunistas.
El Patronato de Nuestra Señora de la Merced se encargaba de
los hijos de reclusos. En 1942 tutelaba unos 9.000 niños y
al año siguiente, 12.000, en centros de Auxilio social y colegios
religiosos. Su educación se basaba en la "formación del espíritu
nacional". Pero el régimen no se conformó con reeducarlos
y tenía que asegurarse de la la "palabra roja" nunca más mancharía
la nueva España. Y aprovechando su impunidad, se dieron casos
de robos y secuestros de niños, sobre todo en la España rural.
El robo de niños La combinación de miedo, antiguos odios,
y delaciones, hacía la vida imposible a quienes tenían a alguien
cercano señalado como "rojo". Fue el caso de Emilia Girón,
hermana del guerrillero Manuel Girón, "el León del Bierzo".
Fue llevada al calabozo media hora después de haber parido.
Le dieron una paliza y fue desterrada a Salamanca. "Ya no
lo volví a ver más.
Yo preguntaba por el niño y me decían que estaba malo. Supongo
que un matrimonio que no tuviera hijos se lo quedó. Pero a
mí no me pidieron permiso [.] La angustia me durará hasta
que esté en el otro mundo". Del hijo de Emilia no quedó rastro.
Su caso no era único. Hemos localizado en la Casa Cuna de
Sevilla, una carta del párroco a unos futuros padres adoptivos:
"Al ver que les podían hacer pasar a ustedes un mal rato,
decidí no tocar el asunto y que cuando ustedes fueran ni se
acordaran de que tal mujer había ido a reclamar nada". Y recomienda
que se sustituya la partida de nacimiento original.
También hubo secuestros. José Murillo, conocido como Comandante
Ríos, era uno de los guerrilleros andaluces más buscados.
Su hermana fue secuestrada con doce niñas más por unas monjas.
Se las llevaron a un convento de clausura de Barcelona. No
pidieron permiso a los padres y la niña no volvió.
Todavía hoy vive en el convento.
Los niños de Rusia Pero el régimen tampoco se conformó con
los hijos de los "rojos" en territorio español. Durante la
guerra muchos padres tuvieron que evacuar a sus hijos al extranjero.
Confiaban en que, terminada la contienda, podrían regresar
a una España liberada. Pero la guerra la ganó Franco y decidió
que todos los niños debían regresar, con o sin autorización
paterna. Encargó la misión al Servicio Exterior de Falange,
cuya documentación se haya en el Archivo General de la Administración,
en Alcalá de Henares. Allí hemos encontrado un documento de
1949 que prueba los métodos usados para repatriar menores:
"Nuestros delegados en el extranjero solicitan su devolución
a España; en un 99 por ciento de los casos esa solicitud es
denegada. Se recurre entonces sin miramientos a los medios
extraordinarios, con los que, de una forma u otra, casi siempre
se logra al fin obtener al menor".
El régimen convirtió la repatriación en una gran operación
propagandística: "Franco devuelve a las madres de España la
alegría y el cariño de los que un día, por orden del gobierno
marxista, fueron arrancados de su patria y entregados a la
tutela de las más antiespañolas instituciones internacionales",
decía el narrador de una película de la época. Pero esto no
siempre fue cierto. En muchos caoss el menor no era entregado
a su familia sino que iba a parar a un asilo. Según una ley
de 1940, la patria potestad de los niños en centros de Auxilio
social pasaba a la institución.
En busca de una identidad En 1941, el Caudillo firmó una nueva
ley que permitía cambiar los apellidos a niños repatriados.
La excusa era dar una identidad a los niños perdidos durante
la guerra, pero en realidad dificultaba que sus familias pudieran
encontrarlos y abría la puerta a posibles adopciones irregulares.
Maria Calvo García fue repatriada en 1940 y no recordaba sus
apellidos.
Regresó con el apellido de "Expósita" (el que se daba a todos
los niños perdidos), pero en 1941 le pusieron apellidos al
azar: Pérez Gómez, y se la entregó en adopción. María no ha
sabido hasta hace muy poco que tenía hermanos y que su padre
fue fusilado. Y lo ha sabido gracias a años de investigaciones
y a la suerte de que su hermana apareciera buscándola en un
programa de televisión. Ninguna institución la ha ayudado
y durante años ha topado con un muro de silencio que se pactó
en la Transición y que ha cubierto con un espeso velo nuestro
pasado más reciente.
Han tenido que pasar cuarenta años de dictadura y veinticinco
de democracia para que estos terribles crímenes empiecen a
salir a la luz.
Testimonios de los protagonistas Olivia Rapp: Su hermano fue
evacuado a la unión soviética, pero el avance de las tropas
alemanas en Leningrado permitió repatriarlo en 1943. Su familia
se enteró de su regreso casualmente: "Cuando mi madre lo quiso
llevar a casa, la Junta de Protección de Menores le dijo que
había orden de no dejarlo venir, sin ninguna explicación.
Con la llegada de la democracia tuvimos conocimiento de un
informe donde se dice textualmente que el menor no se entregó
a la familia porque esta "no ofrecía ninguna garantía sobre
su educación".
Uxenu Álvarez: Pasó su infancia en centros de Auxilio Social:
"La educación que nos daban estaba centrada en cuatro simplezas.
Me sé todos los himnos épicos de la Falange y todos los de
la Iglesia. ¿Qué educación es esa? Me mentalizaron para que
fuera en contra de mi padre y de la sociedad auténtica española,
la respetuosa, la legal, la democrática.
Francisca Aguirre: Fusilaron a su padre y desde muy pequeña
estuvo ingresada con sus hermanas en un hospicio religioso:
"Las monjas nos juntaron a todas las niñas y nos explicaron
claramente que éramos escoria, hijas de horribles rojos, asesinos,
ateos, criminales, que no merecíamos nada y que estábamos
ahí por pura caridad pública. Nosotras comentábamos: ¡Pero
si papá no ha hecho nada malo!"
CRÓNICA
Domingo 20 de enero de 2002
Número 111 INVESTIGACIÓN | LA
COARTADA PSIQUIÁTRICA: UN MARXISTA ES UN DÉBIL MENTAL
El franquismo, a través del psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera,
encontró una explicación médica a esta «tara» ideológica.
Un reportaje televisivo aporta nuevas pruebas Llum Quiñonero
La idea de las íntimas relaciones entre marxismo e inferioridad
mental ya la habíamos expuesto anteriormente en otros trabajos
La comprobación de nuestras hipótesis tiene enorme trascendencia
político social, pues si militan en el marxismo de preferencia
psicópatas antisociales, como es nuestra idea, la segregación
de estos sujetos desde la infancia, podría liberar a la sociedad
de plaga tan terrible». Son palabras del comandante Antonio
Vallejo Nájera, jefe de los Servicios Psiquiátricos Militares,
entresacadas del libro La locura en la guerra. Psicopatología
de la guerra española, publicado en Valladolid, en el año
1939.
El documental que el prestigioso programa 30 Minuts, de TV3,
titulado Los niños perdidos del franquismo, denuncia el papel
desempeñado por este psiquiatra militar durante la postguerra.
Una tarea que no se limitó al terreno teórico sino que sirvió
para dar cuerpo científico a buena parte de la política penitenciaria
de la dictadura. Y, de un modo particular, a las relaciones
de las presas republicanas con sus hijos. Muchas de ellas
vieron cómo sus bebés morían de inanición. A otras, les fueron
arrancados de su cuidado y nunca más supieron de su paradero.
El Régimen franquista, empeñado en distanciar a las madres
detenidas de sus hijos, puso en marcha una prisión para Madres
Lactantes en donde sólo se les permitían estar en contacto
con sus bebés una hora al día.
Poco antes de acabar el mes de agosto de 1938, un correo militar
entregaba a la Inspección de Campos de Concentración de Prisioneros,
ubicada en Burgos, el telegrama postal 1565. Llevaba fecha
de 23 de agosto y el remitente era Francisco Franco Bahamonde.
El destinatario, el comandante Antonio Vallejo-Nájera, jefe
de los Servicios Psiquiátricos Militares.
El texto, según cita Ricard Vinyes, historiador, profesor
de la Universidad de Barcelona, y asesor del documental de
30 Minuts, decía así: «En contestación a su escrito del 10
del actual proponiendo la creación de un Gabinete de Investigaciones
Psicológicas cuya finalidad primordial será investigar las
raíces psicofísicas del marxismo, manifiesto que de conformidad
con su mencionada propuesta, autorizo la creación del mismo».
Y el Gabinete comenzó a funcionar. Vallejo-Nájera se convirtió
en director de las Investigaciones Psicológicas de los Campos
de Concentración.
Su primer trabajo se centró sobre dos grupos de detenidos:
brigadistas internacionales y 50 presas malagueñas. Trataba
de demostrar, según su artículo publicado en la revista Semana
Médica Española, bajo el título Psiquismo del fanatismo Marxista,
varias hipótesis.
La primera: «La inferioridad mental de los partidarios de
la igualdad social y política o desafectos». La segunda: «La
perversidad de los regímenes democráticos favorecedores del
resentimiento que promociona a los fracasados sociales con
políticas públicas, a diferencia de lo que sucede con los
regímenes aristocráticos donde sólo triunfan socialmente los
mejores».
Según el historiador Ricard Vinyes, en el ámbito de la personalidad
social, Vallejo describía al revolucionario nato como individuo
con cualidades biopsíquicas y tendencias instintivas que,
«movilizadas por complejos de rencor y resentimiento» tendían
a trastocar el orden social.
Para Vallejo, el «imbécil social incluía a esa multitud de
seres incultos, torpes, sugestionables, carentes de espontaneidad
e iniciativa, que contribuyen a formar parte de la masa gregaria
de las gentes anónimas».
INFERIORIDAD Del análisis de los Brigadistas Internacionales,
procedentes todos ellos de países americanos, dedujo que «los
marxistas aspiran al comunismo y a la igualdad de clases a
causa de su inferioridad, de la que seguramente tienen conciencia.
Y por ello se consideran incapaces de prosperar mediante el
trabajo y el esfuerzo personal.Si se quiere la igualdad de
clases no es por el afán de superarse, sino de que desciendan
a su nivel aquellos que poseen un puesto social destacado,
sea adquirido o heredado». Por sorprendente que resulte, tras
interrogar y examinar a los internacionalistas también señaló:
«Acaso sea la conclusión más aprovechable de nuestro trabajo,
desde el punto de vista de la educación del pueblo, el elevado
porcentaje de marxistas que deben sus creencias a la Prensa
revolucionaria, coligiéndose la decisiva influencia de la
prensa diaria y del cinematógrafo sobre las gentes de mediana
o inferior inteligencia».
Su trabajo entre el grupo de presas malagueñas lo tituló Investigaciones
psicológicas en marxistas femeninos delincuentes. Para las
mujeres no cabía la consideración de presas políticas; y como
presas comunes fueron siempre consideradas en las cárceles
franquistas.
La misoginia de Vallejo marca profundamente su análisis y
afirma: «Recuérdese para comprender la activísima participación
del sexo femenino en la revolución marxista su característica
debilidad del equilibrio mental, la menor resistencia a las
influencias ambientales, la inseguridad del control sobre
la personalidad ( ) Cuando desaparecen los frenos que contienen
socialmente a la mujer ( ) entonces se despiertan en el sexo
femenino el instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades
imaginadas, precisamente por faltarle las inhibiciones inteligentes
y lógicas, característica de la crueldad femenina que no queda
satisfecha con la ejecución del crimen, sino que aumenta durante
su comisión ( ) Además, en las revueltas políticas tienen
la ocasión de satisfacer sus apetencias sexuales latentes».
Pero aún iba más allá. Vallejo señalaba en sus conclusiones
que en el caso de las mujeres no había realizado el estudio
«antropológico del sujeto, necesario para establecer las relaciones
entre la figura corporal y el temperamento, que en el sexo
femenino carece de finalidad, por la impureza de sus contornos».
HORDA ROJA Entre las detenidas malagueñas, 33 de ellas estaban
condenadas a muerte, 10 a reclusión perpetua y siete a penas
entre de 10 y 20 años, Vallejo diagnostica a «13 sujetos»
que califica de «libertarias congénitas, revolucionarias natas,
que impulsadas por sus tendencias biopsíquicas constitucionales
desplegaron intensa actividad sumadas a la horda roja masculina».
Vallejo había estudiado el caso y establecido el diagnóstico:
«La Medicina exige una política, el marxismo es una enfermedad
y en nuestras manos está en gran parte su tratamiento». Sus
conclusiones eran la síntesis de sus trabajos precedentes
publicados en 1937, bajo los títulos Eugenesia de la hispanidad
y regeneración de la raza. Es allí donde afirma: «Agradezcamos
a Nietzsche la resurrección de las ideas espartanas acerca
del exterminio de los inferiores orgánicos y psíquicos, de
los que llaman parásitos de la sociedad.La sociedad moderna
no admite tan crueles postulados en el orden material, pero
en el moral no se arredra en llevar a la práctica medidas
incruentas que coloquen a los tarados biológicos en condiciones
que imposibiliten su reproducción y transmisión a la progenie
de las taras que les afectan El medio más sencillo y fácil
de segregación consiste en internar en penales, asilos y colonias
a los tarados, con separación de sexos».
Vallejo-Nájera comenzó así la tarea de psiquiatrizar a la
disidencia, a la vez que dio un impulso a su carrera dentro
del nuevo régimen.Una carrera de éxito y prestigio, que le
llevó a presidir el Primer Congreso Internacional de Psiquiatría,
celebrado en París en 1950.
UN APELLIDO POPULAR Antonio Valléjo-Nájera, nacido en Nava,
Palencia, en 1889, estudió Medicina en Valladolid e ingresó
en la carrera militar. Intervino en la Guerra de África y
fue agregado en la Embajada de España en Berlín. Posteriormente
fue director del sanatorio madrileño de Ciempozuelos. Este
apellido es muy conocido gracias a su hijo, Juan Antonio Vallejo-Nájera,
también psiquiatra y autor de libros de éxito como "Yo, el
rey" o "Locos egregios". La hija de éste, Alejandra, escritora
de éxito, ha rechazado hacer comentarios sobre su abuelo:
«Yo, de mi abuelo sólo tengo recuerdos agradables», es lo
único que ha querido puntualizar.
LOS
ESCLAVOS DEL FRANQUISMO
"... medio millón de muertos,
un cuarto de millón de exiliados dispersos en Francia, Rusia
y varios países hispanoamericanos, 280.000 presos en cárceles
y campos de concentración por los delitos más inverosímiles,
miles de españoles heridos o mutilados por efectos de la guerra,
produjeron un colapso en el mercado laboral de un país que
necesitaba reconstruir sus infraestructuras y poner en funcionamiento
empresas destrozadas o paralizadas por la guerra".
Así explica el periodista Isaías Lafuente, en el inicio de
su libro "Esclavos por la patria. La explotación de los presos
bajo el franquismo" (Temas de hoy), el contexto histórico,
político, económico y social en el que la dictadura franquista
puso en marcha uno de sus más bárbaros y lucrativos métodos
de represión y, al mismo tiempo, uno de sus secretos mejor
guardados hasta ahora. Otros libros, jornadas de debate y
hasta programas de televisión intentan sacar a la luz esta
página negra de nuestra Historia.
Por Jordi García Soler Se trata de la explotación laboral
sistemática de centenares de miles de prisioneros políticos
republicanos por parte de la dictadura, que les utilizó de
hecho como auténticos esclavos prácticamente hasta las mismas
postrimerías del franquismo, en concreto hasta el año 1970,
cuando todavía algunas empresas privadas españolas tenían
a su servicio a presos políticos obligados a realizar trabajos
forzados para ver reducidas sus fuertes condenas de cárcel.
Con prácticamente dos centenares de pueblos e incluso ciudades
destruidos en más del 60% de sus construcciones y edificios,
un cuarto de millón de viviendas particulares reducidas completamente
a escombros y otras tantas convertidas también en inhabitables,
más del 40% del muy reducido parque automovilístico y ferroviario
nacional absolutamente destrozado e inservible, con un quebranto
gravísimo en las redes ferroviarias y de carreteras, así como
en todo tipo de construcciones e infraestructuras públicas
afectadas por los bombardeos sufridos durante los tres últimos
años, la España resultante de la guerra civil requería una
ingente y económicamente muy cuantiosa labor de reconstrucción
material.
Una deuda de casi 2.000 millones de pesetas oro con Alemania
e Italia Las inversiones públicas necesarias para hacer frente
a esta reconstrucción eran realmente inasumibles por parte
de un Estado cuya moneda oficial, la peseta, tenía en 1940
el 50% del valor que poseía antes del inicio de la guerra
civil, apenas cuatro años antes, con una renta nacional que
se había situado de repente al nivel existente en 1914 y con
una renta per cápita inferior en un 14% a la de 1936, con
tasas anuales de inflación que durante los años 40 oscilaron
entre el 13 y el 23%, y con una población activa que se había
visto reducida en más de medio millón de personas.
Con un país destrozado, empobrecido, apenas sin ningún tipo
de producción industrial, con muy poco o nada que exportar,
prácticamente sin otras relaciones comerciales que las entonces
existentes con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini,
y con ambos países aliados de la dictadura franquista exigiendo
la devolución inmediata de la cuantiosa deuda contraída por
Franco con ellos -1.200 millones y 600 millones de pesetas
oro, respectivamente- a causa de sus importantes ayudas militares
y financieras al bando franquista durante la guerra civil,
de nada iban a servir las drásticas medidas de control económico
impuestas por la dictadura. Unas medidas que, por otra parte,
empobrecieron aún mucho más al conjunto de la población y
enriquecieron de forma espectacular y repentina a un muy reducido
número de estraperlistas y especuladores, todos ellos directa
o indirectamente ligados a las estructuras del propio poder
franquista.
En este contexto, como señala Isaías Lafuente en su ya citado
libro, "Franco se inventó, con décadas de antelación, la primera
Empresa de Trabajo Temporal que se implantó en España". La
constitución de aquella primera ETT se realizó mediante la
creación del denominado Fichero Fisiotécnico en el que se
recopilaron todo tipo de datos sobre centenares de miles de
prisioneros políticos republicanos de toda España, para utilizarles
como auténticos esclavos al servicio del Estado franquista
en la reconstrucción del país.
Antes del término del mismo año 1939, en el Fichero Fisiotécnico
del Patronato para la Redención de Penas figuraban ya formal
y oficialmente censados 67.711 presos, reunidos en un total
de 24 industrias y llegando a abarcar hasta 602 oficios distintos.
De ellos, en la misma fecha, casi 13.000 estaban ya laboralmente
colocados, esto es trabajando teóricamente al servicio del
Estado, casi siempre en unas condiciones laborales y de vida
infrahumanas, constantemente sometidos a todo tipo de vejaciones
y malos tratos, y apenas sin recibir ningún tipo de salario
o contraprestación económica, sólo con la esperanza de poder
redimir parte de sus casi siempre muy largas condenas de prisión,
impuestas mediante el uso y abuso sistemático de la Ley de
Responsabilidades Políticas, a través de los trabajos forzados.
Como señalaba orgullosa y, sin duda, cínicamente el denominado
Patronato para la Redención de Penas al referirse en uno de
sus numerosos documentos oficiales de la época al mencionado
Fichero Fisiotécnico, "pocas Bolsas de Trabajo contarán con
una tal variedad de profesiones y aptitudes personales" .
A principios de 1941, esto es un par de años después de finalizada
la guerra civil, constaban en el Fichero Fisiotécnico 103.369
penados, de ellos cerca de 10.000 mujeres, una cifra casi
coincidente con la de los presos que entonces ya habían sido
juzgados y condenados por los numerosos tribunales civiles
y militares puestos en marcha en toda España durante aquellos
años.
Los más de 280.000 prisioneros políticos entonces encarcelados
en toda España representaban el 10% del conjunto de la población
activa del país y eran, en su gran mayoría, hombres de entre
20 y 40 años de edad. No obstante, los presos políticos seguían
aumentando sin cesar durante aquellos años. Según ha podido
documentar recientemente el historiador Antonio Miguel Bernal,
sólo entre los años 1939 y 1943 el número de presos políticos
del franquismo llegó a ser de más de 550.000, también con
una muy clara mayoría de jóvenes entre ellos.
Aunque fue personalmente el propio Francisco Franco quien
puso marcha este formidable negocio a costa de sus prisioneros
políticos, iniciado ya de hecho en mayo de 1937, al parecer
fue el jesuita José Antonio Pérez del Pulgar quien lo inventó
e institucionalizó de forma oficial, mediante la constitución
del llamado Sistema de Redención de Penas. En su texto de
enero de 1939 titulado La solución que da España al problema
de sus presos políticos -para mayor inri, editado por Publicaciones
Redención-, dicho sacerdote no defendía ningún tipo de piedad
ni clemencia para con los presos políticos del franquismo
-"no puede exigirse a la justicia social que haga t abla rasa
de cuanto ha ocurrido"-, sino que preconizaba para todos ellos
poco menos que la aplicación de la Ley del Talión: "Es muy
justo que los presos contribuyan con su trabajo a la reparación
de los daños a los que contribuyeron con su cooperación a
la rebelión marxista".
LOS
CAMPOS DE CONCENTRACIÓN FRANQUISTAS
Así, de forma masiva, sistemática
y organizada, la dictadura franquista utilizó, entre 1937
y 1970, a centenares de miles de prisioneros políticos como
fuerza laboral barata, absolutamente dócil y completamente
segura, casi siempre recluida en alguno de los numerosos campos
de concentración creados al efecto por toda España -en el
libro de Javier Rodrigo Sánchez La represión bajo el franquismo
figuran documentados 72 campos de concentración, casi la mitad
de ellos funcionando ya desde la misma guerra civil, con un
total de aproximadamente unos 180.000 internados debidamente
contabilizados-, con lo que además de conseguir pingües beneficios
económicos consiguió descongestionar las numerosas cárceles
existentes en todo el territorio nacional, todas ellas abarrotadas
durante los años de la más inmediata posguerra a causa de
las sucesivas oleadas de detenciones masivas que se produjeron
en España entera al término de la guerra civil.
El Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas, eufemismo
con el que se intentaba ocultar el nombre de los campos de
concentración, fue en realidad el encargado de centralizar
el uso y abuso que el franquismo hizo de sus prisioneros políticos
como trabajadores forzados o esclavos, dando origen incluso,
con la creación de sus campos de concentración y la instalación
en las cercanías de las familias de algunos de los prisioneros
en ellos internados, a la creación espontánea de nuevos núcleos
de población surgidos entonces, como El Palmar de Troya, Dos
Hermanas, Los Palacios o los barrios sevillanos de Torreblanca
y Bellavista, aún en la actualidad formado en su gran mayoría
por familiares de antiguos presos políticos esclavizados por
el franquismo.
Empleados fundamentalmente en obras públicas de todo tipo
-por ejemplo, en la construcción de carreteras, puentes, túneles,
vías férreas, canales y marismas-, centenares de miles de
prisioneros políticos del franquismo se vieron obligados al
trabajo forzado, a modo de nuevos esclavos, tanto en obras
tan impresionantes como las de la construcción del Valle de
los Caídos -donde trabajaron hasta 1950 un total de cerca
de 20.000 presos políticos, hasta la definitiva culminación
de las obras de construcción tanto de los accesos por carretera
como del monasterio y la cripta de aquella obra faraónica-
o del pazo de Aday, como en muchas otras obras al servicio
de la Iglesia católica -entre otras, los 15.000 crucifijos
para escuelas y otros centros oficiales, que fueron facturados
inmediatamente después de la guerra civil desde los Talleres
Penitenciarios, cuya sede central era la cárcel de Alcalá
de Henares- y, cada vez en mayor medida, al servicio de gran
número de empresas privadas, casi todas ellas adjudicatarias
y concesionarias del propio Estado.
Según recoge Isaías Lafuente en su documentado libro, fueron
prisioneros políticos quienes construyeron obras hidráulicas
como los embalses del Ebro, Benagéver, Entrepeñas, Pálmaces,
Mediano, Riosequillo, Revenga, Barasona, Mansilla de la Sierra,
González Lacasa, El Cenajo, Torre del Águila, Barrios de Luna,
Yesa, San Esteban y Linares, la Real Acequia del Jarama, canales
como el Bajo del Guadalquivir, Bajo del Alberche, Montijo,
Jarama, Bárdenas, Monegros, Toro-Zamora, Bierzo, Badarán y
Linares del Arroyo, amén de saltos como los del Nansa y el
Sil. Fueron, igualmente, prisioneros políticos del franquismo
quienes reconstruyeron pueblos y ciudades como Belchite, Brunete,
Oviedo, Teruel, Toledo, Huesca, Lleida, Gernika, Amorebieta,
Éibar, Potes, Quinto de Ebro, Mediana de Aragón, Puebla de
Albortón, Boadilla del Monte, Villamanín, Vilanova de la Barca,
Sabiñánigo o Figueres, entre muchas otras poblaciones. Trabajaron
también en las minas de mercurio de Almadén, en los pozos
Maria Luisa, Fondón y San Mamés de Duro Felguera, en las minas
de antracita de Fabero y en muchas otras empresas mineras,
en Asturias, Leñón, Pontevedra, Lleida, Ourense, Teruel, Albacete,
Murcia y Cartagena, por ejemplo, y lo hicieron asimismo en
gran cantidad de obras públicas, como en la construcción del
ferrocarril Madrid-Burgos, Zamora-A Coruña, Tudela de Veguin
a Lugo de Llanera, Pedernales-Bermeo o la inconclusa Santander-Mediterráneo,
así como en la primera estación ferroviaria de Chamartín,
en Madrid, y en carreteras como las de Canfranc, de la carretera
de A Coruña a El Escorial, variantes de carreteras como las
de Madrid-Valencia Puerto Contreras, Honrubia, Oropesa, los
puertos del Escudo y del Arzobispo, el túnel de Vielha...
Además de la construcción tanto de los accesos como del monasterio
y la cripta del Valle de los Caídos, fueron también prisioneros
políticos del franquismo quienes construyeron desde aeropuertos
como los de Sondica o Labacolla hasta estadios municipales
como los de Valladolid y Palencia, pasando por cárceles como
la de Carabanchel.
Entre las empresas privadas españolas que más frecuentemente
tuvieron a su servicio como trabajadores forzados a prisioneros
políticos del franquismo figuraron en lugar muy destacado
y constante Dragados y Construcciones, Banús, A. Marroquín,
San Román, Hermanos Nicolás Gómez y Construcciones ABC.
Algunas de estas empresas privadas se lucraron con el trabajo
forzado y apenas pagado de gran número de prisioneros políticos
del franquismo por espacio de más de dos décadas, como lo
hizo en concreto la empresa Dragados y Construcciones fundamentalmente
en la construcción de gran número de pantanos, mientras que
en el caso de Banús lo hicieron todavía hasta el año 1969
en todo tipo de obras y construcciones.
Otras empresas que tuvieron a presos políticos trabajando
a su servicio fueron, por ejemplo, Babcock-Wilcox, Carbones
Asturianos, Constructora Naval, Industrias Egaña, Talleres
La Trefilera, Plasencia de las Armas, Esperanza y Compañía
SA, Talleres Murga, Cementos Portland-Iberia, Cementos Asland,
Metro de Madrid, Riegos Asfálticos, Sacristán, Portolés y
Compañía, Sicot, José M. Padró, Carbonífera Palomar, Montes
de Galicia, A.Villalón, E.Osis, Elizarrán, Hidro Nitro Española,
Minas del Bierzo, Experiencias Industriales, Gutiérrez Oliva,
A.Carretero, Sanz Bueno, Salvador Cuota, Maquinista y Fundición
del Ebro, Regino Criado, Ferrocarriles y Minas, Antracitas
Gaiztarro, Múgica-Arellano y Cía, Minero Siderúrgica de Orallo,
ECIA, Vías y Riegos, Duro-Felguera, C.Peña, Julián A. Expósito,
Cimentaciones y Obras, E.Medrano, C.Mardellano, D.L.Pastora,
M.Llagostera, I.Arribalaga, J.Dobarco, Sociedad Marcor, Ramón
Echave, SAFA, Burés, Industrias Artísticas Agrupadas ...
La Iglesia católica española, convertida prácticamente desde
el mismo inicio de la guerra civil en uno de los más importantes
e influyentes apoyos de Franco tras haber declarado formal
y oficialmente que la insurrección militar era una "Cruzada",
se benefició asimismo del trabajo esclavo de gran número de
prisioneros políticos del franquismo. Entre otras construcciones
para la Iglesia católica en las que fueron obligados a trabajar
como esclavos numerosos presos políticos de distintas regiones
españoles, figuran las de la reconstrucción de la catedral
y el seminario de Vic, el colegio de los escolapios de San
Antón en Madrid, el seminario orensano de Ervedelos, la vallisoletana
iglesia del Carmen y los conventos de las madres adoratrices
de Cartagena, Valladolid y Alcalá de Henares.
780 millones de euros de beneficios El ya mencionado libro
de Isaías Lafuente no es propiamente el primero en denunciar
esta infamia criminal perpetrada por el franquismo, puesto
que ya en 1969 Aroca Sardagna se refería a ello en su libro
Los republicanos que no se exiliaron, y en 2000 Rafael Torres
publicó otro importante volumen sobre esta cuestión, Los esclavos
de Franco, el primero en documentar ya el trabajo forzado
de gran número de prisioneros políticos del franquismo.
No obstante, Lafuente ha profundizado mucho más y da en su
libro todo tipo de datos y documentación, llegando incluso
a las cuantificación económica precisa de los beneficios obtenidos
por el franquismo a costa de la práctica esclavitud de sus
prisioneros políticos: más de 130.000 millones de pesetas,
unos 780 millones de euros. Ello se deduce del estudio de
las muy detalladas memorias anuales remitidas a Franco por
el Patronato para la Redención de Penas entre 1939 y 1970,
conservadas aún en los archivos de la Dirección General de
Instituciones Penitenciarias. Sólo entre los años 1939 y 1945,
Franco dispuso mensualmente de una media de unos 10.000 presos
políticos republicanos convertidos por él en sus esclavos,
siendo en total durante aquellos años unos 110.000 los presos
políticos laboralmente explotados en colonias, talleres, destacamentos
penales y empresas privadas.
Carrero Blanco recibía el 75% del salario de los "esclavos"
El profesor Francisco Moreno Gómez ha cifrado el jornal medio
de un preso político esclavizado por el franquismo en 4,75
pesetas, en el caso de ser un hombre con esposa y un hijo
a su cargo y que estuviese al servicio de algún organismo
público del Estado, y de 14 pesetas si trabajaba al servicio
de una empresa privada, de las que sólo 50 céntimos iban a
parar al propio preso, 3 pesetas eran destinadas a su familia,
1,40 eran retenidas en teoría para su alimentación y las 9,10
pesetas restantes iban a parar a Hacienda, aunque se ignora
bajo qué concepto se les sometía oficialmente a tan cuantiosa
exacción fiscal.
Este dinero era periódicamente ingresado por el Patronato
para la Redención de Penas en una cuenta cifrada del Banco
de España, a nombre del entonces subsecretario de Presidencia
del Gobierno, Luis Carrero Blanco, conforme ha podido documentar
y probar recientemente el ya citado profesor Antonio Miguel
Bernal.
Catedrático de Historia del Pensamiento de la Universidad
Pablo Olavide de Sevilla, Antonio Miguel Bernal ha coordinado
recientemente el interesante ciclo de conferencias que se
ha celebrado en dicho centro universitario bajo el título
Los presos del Canal. 1940-1962. Estas jornadas han sido organizadas
por la universidad hispalense en colaboración con la fundación
El Monte y el sindicato CGT, y se han dedicado al estudio
de la utilización sistemática de prisioneros políticos andaluces
como trabajadores forzados en las obras de construcción del
canal Bajo del Guadalquivir, entre Sevilla y Sanlúcar de Barrameda,
de 150 kilómetros de longitud, 90 de los cuales fueron íntegramente
realizados por unos 10.000 prisioneros políticos del franquismo,
desde muy poco después del final de la guerra civil, y hasta
más de dos décadas después, hasta el año 1962.
Tras el fuerte impacto causado por la reciente publicación
del libro de Isaías Lafuente, estas jornadas sevillanas han
contribuido a dar a conocer muchos otros aspectos sobre la
feroz e implacable represión que el franquismo ejerció contra
sus opositores, especialmente en la más inmediata posguerra,
pero en realidad hasta más allá incluso de la muerte del propio
dictador. El próximo mes de octubre, un importante congreso
organizado conjuntamente en Barcelona por el Museu d'Història
de Catalunya y el Grup de Recerca de l'Època Franquista del
Departament d'Història Moderna i Contemporània de la Universitat
Autònoma de Barcelona, seguirá profundizando en estos temas,
muy poco estudiados hasta ahora por los historiadores y, por
tanto, todavía absolutamente desconocidos por la opinión pública.
Los campos de exterminio Aunque se tenían algunas referencias
merced a la publicación de las memorias de algunos antiguos
presos políticos del franquismo, ha sido ahora cuando se ha
documentado ya con rigor histórico la existencia en la España
de la guerra y la posguerra civil de auténticos campos de
exterminio. A diferencia de los campos de concentración, en
los que los prisioneros políticos eran utilizados sistemáticamente
como "esclavos" y donde en no pocos casos los internados fallecían
también a causa de las pésimas condiciones de vida y trabajo
a las que se encontraban sometidos, los campos de exterminio
franquistas eran, al igual que sus homólogos nazis de tan
triste recuerdo, centros destinados fundamental y casi exclusivamente
a la pura y simple ejecución de sus internados.
El ya citado Antonio Miguel Bernal señalaba en las mentadas
jornadas sevillanas que está perfectamente documentada la
existencia en la población extremeña de Castuera de un campo
de exterminio creado a principios de la guerra civil, inmediatamente
después de la toma de Badajoz por las tropas franquistas,
a mediados de agosto de 1936, en el que a diario se produjeron
fusilamientos y donde existe un gran número de fosas llenas
de cadáveres de presos políticos republicanos que allí fueron
exterminados.
El propio profesor Bernal coordina un grupo de trabajo que
estudia el papel desarrollado por determinados oficiales y
médicos alemanes en algunos campos de concentración de la
España franquista, durante la guerra civil y de forma muy
en especial entre los años 1937 y 1938, ya que existen evidencias
claras de que realizaron experimentos y prácticas de exterminio
similares a las que poco después fueron llevadas a cabo de
modo sistemático y masivo en los campos de exterminio nazis.
Otro de los historiadores asistentes a las mencionadas jornadas
celebradas en Sevilla, el catalán Borja de Riquer, señalaba
que en la España franquista se superaron los 140.000 fusilamientos,
casi triplicando los 50.000 que se produjeron en las zonas
de España controladas por la República. Más aun, el mismo
historiador hacía notar que en el caso concreto de Andalucía
esta relación se más que cuadruplicó, con 40.000 fusilamientos
franquistas por 9.000 a cargo de los republicanos. De Riquer
hizo notar que una vez terminada ya la guerra civil, entre
1939 y 1947, el franquismo ejecutó diariamente a una media
de diez personas, con diez fusilamientos diarios, lo que representa
cerca de 30.000 fusilamientos durante los ocho años después
del fin de la guerra civil, a los que habría que añadir todavía
los que se produjeron con posterioridad y hasta el mismo final
de la dictadura.
Borja de Riquer destacó asimismo que la juventud republicana
fue la principal víctima de la criminal represión franquista
desatada al término de la guerra civil. En base a un estudio
realizado sobre las quintas de la barcelonesa ciudad de Badalona
entre los años 1936 y 1940, De Riquer subrayó que de los 2.256
jóvenes de entre 19 y 25 años de edad existentes en el censo
de dicha ciudad en 1936, en 1940, 295 habían muerto, 234 habían
sido considerados prófugos y 204 estaban encarcelados, con
lo que un tercio de los jóvenes badaloneses, al finalizar
la guerra civil, habían fallecido, estaban exiliados o habían
sido encarcelados.
'Los esclavos españoles de Hitler' Éste es el título del último
libro del historiador José Luis Rodríguez Jiménez, en el que
se detalla otro oscuro y hasta ahora muy poco conocido aspecto
de la represión franquista: el de la utilización de miles
de ciudadanos españoles que Franco convirtió en víctimas propiciatorias
del nazismo, después de haberles enviado para Alemania a trabajar
en minas y fábricas, fundamentalmente con el objetivo de saldar
la importante deuda económica contraída por el propio Franco
con Hitler por su decidida ayuda militar y financiera al bando
rebelde durante la guerra civil española, estimada en unos
400 millones de marcos, unos 1.200 millones de pesetas oro.
Según el profesor José Luis Rodríguez Jiménez, el contenido
del convenio firmado el 21 de agosto de 1941 entre los gobiernos
de España y Alemania, por el que al cabo de muy poco tiempo
como mínimo 10.500 trabajadores españoles fueron enviados
a la Alemania nazi, demuestra claramente que la voluntariedad
de los allí enviados no es más que una burda patraña de la
propaganda franquista.
Además de aquellos 10.500 obreros salidos desde España, el
régimen nazi hizo que otros 40.000 ciudadanos españoles, todos
ellos republicanos exiliados desde el final de la guerra civil
en Francia, una vez este país fue ocupado por Alemania, se
incorporasen voluntaria o forzosamente, a sus batallones de
trabajo, mientras otros 12.000 republicanos españoles fueron
a parar asimismo a diversos campos de concentración o de exterminio,
evidentemente todos ellos de forma obligada.
La reciente reedición del documentado y voluminoso trabajo
que escribiera la ya fallecida escritora barcelonesa Montserrat
Roig bajo el título Els catalans als camps nazis (Edicions
62) es un testimonio desgarrador sobre las penalidades sufridas
por gran número de republicanos españoles de ambos sexos en
los campos de concentración o de exterminio creados por el
nazismo.
Aunque se ciñe en exclusiva a los deportados de origen catalán
o con residencia en Cataluña, el riguroso libro de Montserrat
Roig, así como la excelente novela del escritor catalán Joaquim
Amat-Piniella "K.L.Reich" (Edicions 62), en la que rememora
sus propias vivencias personales como deportado en el tristemente
célebre campo nazi de exterminio de Mathausen, constituyen
dos grandes testimonios de otra de las infamias perpetradas
por el franquismo con sus opositores, ya que fue el cuñado
de Franco y por aquel entonces ministro de Asuntos Exteriores
de España, Ramón Serrano Suñer, quien se negó a reconocer
la nacionalidad española a los exiliados republicanos que
fueron exterminados en gran número en los campos nazis, padeciendo
el total de ellos todo tipo de torturas, malos tratos y vejaciones
mientras duró su cautiverio, en el que destacaron muchos de
ellos como esforzados y heroicos resistentes. En Los esclavos
españoles de Hitler el profesor José Luis Rodríguez Jiménez
constata el engaño al que el franquismo sometió a los 10.500
"productores españoles" enviados a Alemania, en teoría de
forma "voluntaria", al igual que muchos de los españoles integrados
en la célebre División Azul que combatió junto a las tropas
nazis a las órdenes del general Muñoz Grandes. El propio régimen
franquista, en sus estimaciones iniciales, calculó en aproximadamente
100.000 los "productores españoles" que debería enviar a trabajar
a Alemania para cumplir completamente el acuerdo suscrito
con las autoridades nazis para saldar definitivamente su deuda
económica.
No obstante, tanto por el elevado coste económico que para
el franquismo representaba aquella operación en gastos de
organización, ropa, calzado y traslado, como porque ya a partir
de 1942 comenzó a ser evidente incluso para los sectores falangistas
más abiertamente partidarios del régimen hitleriano que la
Alemania nazi sería derrotada por los aliados y el franquismo
optó por empezar a alejarse de ella, lo cierto es que finalmente
parece que fueron sólo 10.500 los trabajadores españoles que
Franco convirtió realmente en "esclavos de Hitler".
Con pésimas condiciones tanto de vida como de trabajo, aparentemente
desconocedores tanto de su teórico y muy a menudo incumplido
derecho a 20 días de vacaciones anuales como de que una importante
parte de sus salarios quedaba retenida en los bancos alemanes
como abono a cuenta de la deuda que la España de Franco tenía
pendiente todavía con la Alemania nazi, los 105.000 "esclavos
españoles de Hitler" padecieron también todo tipo de malos
tratos y vejaciones, soportando penalidades sin cuento y sin
que en ningún caso dispusieran del apoyo de las autoridades
franquistas en defensa de sus legítimos derechos laborales.
Luis Rodríguez Jiménez ha documentado que al menos 25 de aquellos
"productores españoles" fueron fusilados por los nazis para
castigar sus protestas o rebeldías, así como que a pesar de
que el grueso de ellos fueron repatriados a España ya a partir
de 1943, cuando parecía definitivamente clara la derrota del
nazismo, algunos de ellos optaron por quedarse en Alemania,
donde al parecer algunos de ellos siguen viviendo. Muy pocos
de aquellos miles de "productores españoles" convertidos por
Franco en "esclavos de Hitler" parecen dispuestos ahora a
recordar aquella tan lamentable experiencia. Sólo uno de ellos
ha facilitado todo tipo de datos e informaciones a José Luis
Rodríguez Jiménez.
"LOS
NIÑOS PERDIDOS DEL FRANQUISMO"
TV3, la televisión autonómica
catalana, sobrecogió recientemente a su audiencia con la emisión,
en su prestigioso programa dominical de documentales 30 minuts,
de dos excelentes trabajos realizados por Montse Armengou
y Ricard Belis con asesoría del historiador Ricard Vinyes.
Els nens perduts del franquisme ("Los niños perdidos del franquismo")
puso en evidencia la represión a la que se sometió a niños
y mujeres en las cárceles durante la dictadura franquista,
y muy especialmente durante la más inmediata posguerra, incluso
con la "desaparición" de algunos de los hijos de las prisioneras
políticas.
En un testimonio de un valor documental excepcional, algunas
de aquellas mujeres narraron ante las cámaras su represión
política, las torturas a que fueron sometidas y la separación
de sus hijos, que en muchos casos murieron de inanición o
enfermedad en las propias cárceles franquistas, mientras que
en otros casos fueron dados en adopción, evidentemente sin
autorización familiar ninguna y en un claro abuso del poder
de la dictadura para con las víctimas de su represión.
Testimonios casi siempre desgarradores pero en todos los casos
con una gran entereza de ánimo se acompañaron en ambos documentales
de TV3 con referencias a textos oficiales, documentos e incluso
el testimonio personal de la entonces máxima responsable del
Auxilio Social, la viuda de Onésimo Redondo, que se manifestó
al menos en apariencia absolutamente desconocedora de las
denuncias que le fueron presentadas. De hecho aquellas constituyeron
las primeras denuncias que se han dado a conocer públicamente
en España acerca de la existencia de nuestros propios "desaparecidos",
en concreto hijos e hijas de madres republicanas a las que
el franquismo, además de encarcelarlas como prisioneras políticas,
les robó a sus hijos e hijas, muy a menudo con la ayuda de
las monjas encargadas de la vigilancia de las prisiones de
mujeres en aquellos años.
El fuerte impacto social causado por estos dos excelentes
documentales, cuyos derechos de emisión han sido adquiridos
ya por las televisiones autonómicas vasca y andaluza y al
parecer en breve serán comprados también por Telemadrid, así
como los altos niveles de audiencia conseguidos con ambas
emisiones -fueron vistos por más de 800.000 telespectadores
catalanes-, ha hecho que TV3 se decidiese a programar otros
importantes documentos televisivos sobre la represión franquista
y las penalidades sufridas por los opositores a la dictadura,
en el exilio o en el interior del país.
El primero de estos programas es Veus ofegades. Cartes d'un
exili a França ("Voces ahogadas. Cartas de un exilio en Francia"),
que descubre textos inéditos de cartas escritas por refugiados
republicanos catalanes que vivieron entre 1939 y 1945 en Francia,
que nunca llegaron a sus destinatarios ni fueron abiertas,
y que tras haber sido archivadas salen ahora a la luz pública
y constituyen un elocuente testimonio del exilio republicano.
Otras emisiones serán las de varios episodios de Els maquis,
la guerra silenciada ("Los maquis, la guerra silenciada"),
en los que a partir de unos 60 testimonios se tratará sobre
las actividades desarrolladas durante un cuarto de siglo en
Cataluña por las guerrillas antifranquistas.
Por último, el ciclo de programas históricos de la televisión
autonómica catalana se cerrará con la reemisión de los dos
capítulos de Els nens perduts del franquisme, así como con
un debate moderado por Carles Francino sobre Franquisme: oblidar
o recordar ("Franquismo: olvidar o recordar").
EL TRIBUNAL DE ORDEN PÚBLICO Muy reciente es también la publicación
de El TOP. La represión de la libertad (1963-1977) (Planeta),
libro del que es autor el magistrado Juan José del Águila.
El TOP, el siniestro Tribunal de Orden Público creado por
la dictadura franquista como jurisdicción especial para la
represión sistemática de toda la oposición, queda crudamente
retratado en esta rigurosa y muy documentada tesis doctoral,
en la que se demuestra con gran acopio de datos que no hubo
en modo alguno una evolución ordenada, pacífica y conscientemente
planificada de la dictadura hacia la democracia.
De la atenta lectura del interesante libro del magistrado
Juan José del Águila se deduce, sin ningún genero de dudas,
que la transición no ya del franquismo sino del posfranquismo
a la democracia, a diferencia de lo que a menudo pretenden
hacernos creer ahora algunos comentaristas partidarios del
revisionismo histórico, sólo fue posible gracias a la lucha
constante de la oposición democrática, ya que hasta más allá
de la muerte del propio Franco, y en concreto hasta el 5 de
enero de 1977 -esto es, menos de medio año antes de la celebración
de las primeras elecciones democráticas después del final
de la guerra civil-, el TOP siguió actuando como la permanente
e implacable Inquisición. Juan José del Águila aporta en su
interesante libro gran número de datos e informaciones sobre
los numerosísimos procesos, procesados y afectados por las
causas instruidas por el TOP a lo largo de sus prácticamente
14 años de existencia, desde su misma creación, en 1963, en
sustitución de los anteriores tribunales especiales constituidos
al final de la guerra civil, hasta su definitiva desaparición,
a principios de 1977, más de un año después de la muerte del
dictador.
A estas alturas de la Historia resulta interesante, y sobre
todo muy revelador, observar, por ejemplo, que sólo en sus
tres últimos años de existencia, de 1974 a 1976, el TOP instruyó
el 60% de sus procedimientos judiciales contra todo tipo de
opositores a la dictadura, así como que el 25% de dichas causas
fueron instruidas ya una vez muerto el dictador. Es evidente
que todo ello desmiente con absoluta rotundidad la teórica
voluntad aperturista, reformista y democratizadora de quienes
en aquellos años detentaban el poder y estaban en el Gobierno,
puesto que fueron precisamente ellos quienes siguieron permitiendo,
cuando no ya auspiciando o impulsando, la continuidad de la
represión policial y judicial contra todos aquellos que verdaderamente
luchaban por la recuperación de la democracia y la libertad
en nuestro país, en contra de quienes sólo deseaban hacerle
la cirugía estética a la dictadura para poder mantenerse aún
en el poder.
Resulta asimismo interesante destacar que del libro de Juan
José del Águila se deduce que en la estadística de los numerosísimos
procesados por el TOP a lo largo de sus poco menos que 14
años de existencia ininterrumpida, Cataluña, con el 20% del
total de los procesados por aquella juridisción especial,
aparece como la comunidad más cuantiosamente reprimida durante
toda su historia.
También es interesante comprobar que la gran mayoría de los
procesados por el siniestro tribunal fueron fundamentalmente
trabajadores y estudiantes menores de 35 años de edad.
DOS
CAMPAÑAS PARA FIRMAR, SOLIDARIDAD HOY
Envia: Tiempo de Rebeldes martes,
22 de octubre de 2002
1) PROTESTA POR LAS SUBVENCIONES
A LA FUNDACIÓN FRANCISCO FRANCO Sra. Ministra de Educación
y Cultura: Queremos mostrar públicamente nuestro estupor y
más absoluta indignación por las subvenciones que su Ministerio
ha destinado a la Fundación Nacional Francisco Franco, unas
subvencions a las que todos contribuimos con nuestros impuestos.
La Fundación Nacional Francisco Franco está dedicada a perpetuar
y divulgar la memoria del dictador y de la dictadura franquista,
que comportó una represión eroz, con la supresión de las libertades
individuales y nacionales, que además tuvo como consecuencia
la muerte o encarcelamiento de miles de personas, cosa que
hace de este periodo uno de los más nefastos de la historia
de España.
La Fundación Nacional Francisco Franco falsea y tergiversa
la historia y llega al extremo de defender la "legalidad y
legitimidad del Alzamiento Nacional", aplaudiendo a los responsables
de crímenes contra la humanidad y la democracia.
No queremos contribuir al engaño histórico ni pasar por la
humillación de tener que rendir tributo a aquellos que justifican
una dictadura, después que muchos familiares y amigos murieran
en un golpe de Estado sangriento, que provocó una Guerra Civil,
contra el que era el gobierno legítimo de la República.
Consideramos intolerable y vergonzoso que un Estado de Derecho
subvencione una entidad contraria a los valores democráticos
y que fomenta actividades que muchos consideramos fascistas.
Es un auténtico escándalo.
Por todas estas razones que, como ciudadanos demócratas, exigimos
por principios éticos y de respeto a los más elementales derechos
humanos, tanto individuales como colectivos, la retirada de
las subvenciones concedidas por su Ministerio a la Fundación
Francisco Franco y la inmediata dimisión de la Ministra de
Cultura.
Las personas promotoras de esta iniciativa sugieren enviar
este mensaje u otro similar a informa.admini@sgt.mcu.es
, con nombre, apellidos, ciudad y país, y DNI.
2) HUÉRFANOS DEL EXILIO denuncia que el PP ha rechazado ampliar
la nacionalidad española a los nietos de españoles nacidos
en el extranjero, a los nietos de aquellos que por defender
la libertad tuvieron que huir. El Senado ha ratificado lo
que la mayoría del PP votó en el Congreso.
Todos los demás grupos políticos, TODOS, apoyaron la opción
de recuperar la nacionalidad española para los nietos.
|