España a sus hijos caídos en el lager de Mauthausen. A Joaquín López Mansilla, "in memoriam"
Fulgencio Martínez - Murcia - Mayo 2005
"La existencia de las canteras Wiener- Graban en el pueblecito de Mauthausen fue la causa de que Hitler decidiera construir allí el más importante campo de concentración de Austria… En él perecieron las dos terceras partes de los deportados españoles" Montserrat Roig Ahora mirad la piedra rodada por brazos filiales desde la memoria de un país que casi todo lo olvida. Piedra de sentimiento allí clandestino, piedra traída en la noche española sin dormir, sin pretender despertar las pesadillas.
Piedra donde se abre la rosa de la verdad de aquellos muertos nuestros que por fin ahora se levantan y hablan. Extraño que una pequeña lápida con una inscripción escueta, informativa, "España a sus hijos caídos en el lager de Mauthausen", no "a los asesinados, torturados, desenterrados vivos" (ni siquiera "a los supervivientes") en este campo de exterminio… Extraño y conmovedor que un fragmento solo de piedra desvele y cifre la cantidad infinita de dolor de los que construyeron, forzados, este lugar rocoso, enclavado frente al optimismo de la especie. Como si la materia, que es luz, rechazara de su seno la sombra por ese emocionante trozo de piedra inscrita con los signos de las veinticuatro costillas de una madre que, secuestrada un tiempo, soltó las manos de sus hijos que cayeron aquí. Mudos vamos contemplando la piedra inscrita. Sus transformaciones… sus silencios, como los ríos caudalosos de Centroeuropa, parece que no acaban nunca de pasar. Sus vocales que traen aún arena de desierto, sus vocales como en sordina ahora, comienzan a secarnos los labios. Y ya esa explosión de consonantes extrañas en el nombre maldito de este lugar sin nombre. Un no nombre, para siempre: Mauthausen. Y quién describiría después de eso la música como caída de la tierra, la música que nos reúne al fin todas las piedras infinitas que creíamos no podría contener lápida tan leve como un rasguño. Unas pocas notas de violín nos unen todo el dolor. De repente la piedra se ha convertido en casa.
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