Morán: «La Transición fue el fracaso definitivo de la izquierda en España»
Presentación en Oviedo de ‘El Precio de la Transición’
- V. | OVIEDO.
14 abril 2016
Gregorio Morán y Luis Arias Argüelles-Meres, en el local de Cambalache, momentos antes           del acto de presentación del libro ‘El precio de la Transición’, organizado por La Ciudadana. Gregorio Morán y Luis Arias Argüelles-Meres, en el local de Cambalache, momentos antes del acto de presentación del libro ‘El precio de la Transición’, organizado por La Ciudadana. / MARIO ROJAS
La presentación en Oviedo de ‘El Precio de la Transición’ congrega a más de un centenar de personas, con numerosos viejos militantes de partidos cercanos al PCE
Eran algo más de cien personas las que ayer llenaron el local que la Asociación Cambalache Grupo de Educación Popular tiene en Oviedo para presenciar la presentación del libro del periodista ovetense Gregorio Morán (1947), que organizó la asociación La Ciudadana bajo el formato de entrevista, con el colaborador de EL COMERCIO Luis Arias Argüelles-Meres en el papel de interlocutor. Procedentes ambos de la izquierda «republicana» y en el caso de Arias, «orteguiana y asturianista», según le presentó Esther González Debén, se encontraron con una audiencia muy mayoritariamente cercana ideológicamente. Todos se lo pasaron en grande, incluido un pequeño perro blanco que sirvió a Morán para hacer gala de buen humor: «Me enfrento a un reto por primera vez en mi vida: dar una conferencia para un perro y un montón de gente». Las risas y la complicidad no cesaron en las casi dos horas que siguieron.
Arias dio paso a Morán definiendo su obra como un «libro independiente y nada cortesano, valiente, que no solo cuenta lo que pasó, sino que defiende una tesis que no tiene que ver con lo polÃticamente correcto». Él mismo se atrevió con eso y postuló que la monarquÃa «se nos vendió como un mal menor, cuando España es el único paÃs de Europa en el que un dictador nombró a su sucesor».
Las tesis de Arias y de Morán confluyen. Defiende el primero que «en la Transición se nos quiso inculcar que todos éramos iguales ante la ley y que ante el pasado no tenÃamos memoria». Durante toda su intervención, Morán ahondó en esa misma idea desde variados frentes. AsÃ, lo primero que hizo fue cargar contra la idea de que la Transición «fue un periodo angelical, en el que por primera vez España era el modelo de algo, ya que salÃamos de una dictadura como ángeles moderados y sensibles, con lÃderes abnegados y patriotas y que entendÃan bien el proceso».
Los muertos de los armarios
Esa ironÃa hizo gracia y levantó alguna ampolla, pero Morán enseguida fue al meollo: «Se mitificaba la Transición, pero el perdón se producÃa solo entre la clase polÃtica, y no en la ciudadanÃa, que seguÃa teniendo sus rencores». Pero los polÃticos estaban en otra división: «MartÃn Villa tenÃa que pedir perdón a Carrillo y Carrillo, a MartÃn Villa. ¿Quién tenÃa más crÃmenes en el armario?». Esa circunstancia dio pie a que surgiese «alguien que prácticamente venÃa del arroyo, como Suárez, que no tenÃa armario».
La tesis fundamental de Morán es que la izquierda, que fue «la gran derrotada de la durÃsima guerra civil y de la aún más durÃsima posguerra», aceptó el diseño de la Transición «en condiciones inauditas. VenÃamos de una discusión interna sobre si debÃa ser una reforma o una ruptura, cuando no habÃa condiciones para una ruptura, y en 48 horas se pasó de una a la otra, usando el talento filológico-polÃtico de Raúl Morodo, que habló de ‘ruptura pactada’». A ese modelo de Transición lo definió posteriormente como «el fracaso definitivo de la izquierda en España, el gran triunfo de la derecha, con la particularidad de que el vencedor admitió que el derrotado compartiese parte de la victoria». Arias apuntó que esa falta de ruptura se percibió en que «hubo continuidad en todo. Cargos que ya lo eran con la dictadura lo siguieron siendo hasta con el PSOE».
Ese periodo fue pilotado, según explica, «por no más de seis personas, de las que tres eran asturianas, Sabino (Fernández Campo), (Santiago) Carrillo y Torcuato (Fernández Miranda)», de los que habló menos de lo que hubiese querido inicialmente, pero a los que situó en un constructo alrededor de la estructura de un «Estado terrible» que «estaba lleno de confidentes, como Villa, que fue un mafioso de menor cuantÃa. Es sabido que fue un confidente de la Brigada PolÃtico Social». Cuando se desmorona un sistema, «los mecanismos de seguridad son lo fundamental. Cuando MartÃn Villa decide quemar los archivos de los servicios de la Dirección General de Seguridad, con los datos de Villa, entre otros, todos quedamos vÃrgenes», dijo, sardónico.
Un análisis somero del 23-F cerró el acto. Morán incidió en el papel pasivo de la izquierda: «El 23-F es una humillación polÃtica de envergadura. ¿Qué hace esa noche la España supuestamente combatiente? Mirar la tele y esperar a que salga el Rey a decir lo que estaba pasando». Y mientras tanto, el Rey «se demoraba una hora, dos…». Y remató: «El 95,9% del lÃo del 23-F le corresponde a Juan Carlos, por su irresponsabilidad, al apoyar a los golpistas sin darse cuenta. Eso sólo puede hacerlo un Borbón».