Otra memoria de España es posible
Si queremos construir un nuevo paÃs tenemos que modificar el imaginario colectivo y engarzar nuestras luchas con la memoria que adecenta nuestro paÃs
2 DE SEPTIEMBRE DE 2013
Cada año, el 25 de agosto, ParÃs conmemora el aniversario de su liberación del fascismo. En los últimos años participa en los desfiles la bandera de la Segunda República Española, la bandera tricolor, en reconocimiento a La Nueve, la 9ª CompañÃa de la 2ª División Blindada de Francia, compuesta por republicanos españoles que, tras perder la Guerra Civil siguieron combatiendo por la democracia y, esta vez en Francia, protagonizaron la derrota del fascismo.
Apenas en un puñado de medios digitales hemos tenido noticia de esta conmemoración del heroÃsmo y la decencia protagonizado por compatriotas que tuvieron que huir de su paÃs.
Uno de los triunfos más importantes de la derecha española y que garantiza una hegemonÃa cultural más sólida es habernos convencido de que el ADN de España es el vertebrado por Isabel La Católica, Torquemada, Felipe II, El Cid, Franco o Aznar. Los episodios reaccionarios de nuestra Historia constituirÃan, gracias a esta triunfante imagen de lo español, la normalidad; mientras que los brotes ilustrados, los episodios de democracia, de emancipación, los cientÃficos y pensadores, los luchadores por la libertad, los episodios de convivencia entre diferentes… son anomalÃas dentro de una lÃnea de continuidad en nuestra esencia reaccionaria, católica, anti-ilustrada y quema-herejes.
La memoria colectiva es lo que da identidad y consiguiendo que nuestra memoria sea la de una tradición reaccionaria se consigue que de alguna manera intuyamos que toda lucha por la emancipación es en nuestro paÃs una lucha contra natura.
En América Latina comprendieron bien la importancia de asumir que los procesos liberadores no sólo no son una anomalÃa sino que forman parte de la esencia de sus pueblos. Por eso aparece la figura del libertador BolÃvar como inspirador de nuevos procesos de liberación de sus pueblos. Hablan de socialismo del siglo XXI, sÃ, porque no son procesos tradicionalistas, pero se definen bolivarianos para situarse en el punto presente de la larga tradición de lucha por la libertad y la soberanÃa que definió la primera independencia de sus paÃses.
Conseguir que el imaginario colectivo identifique una lucha como contraria a la esencia de un paÃs es casi definitivo. Ya pueden estar regalando la economÃa a la troika y a Bruselas y la polÃtica exterior a Washington, que conseguirán que aparezca como antiespañol quien ose proponer un modelo de paÃs en el que manden su pueblo y no sus curas y sus banqueros. Lo español es el vivan las caenas, lo emancipador es afrancesado y siempre antiespañol. Al fin y al cabo es en ParÃs donde se homenajea a la bandera tricolor.
Si queremos construir un nuevo paÃs, y más nos vale quererlo, tenemos que modificar el imaginario colectivo y engarzar nuestras luchas con la memoria que adecenta nuestro paÃs.
No sólo tenemos la II República española como fuente de ejemplos históricos, aunque también: desde la propia constitución que nos situaba en la vanguardia democrática, el voto de la mujer, el laicismo… a la resistencia antifascista con el ejemplo de solidaridad internacional más inmenso que ha conocido la humanidad, las Brigadas Internacionales, seguido por la lucha antifascista en la Segunda Guerra Mundial referida supra. También la propia resistencia contra la dictadura franquista es una de las herencias más dignas de las que sentirnos justos continuadores y cuyos protagonistas siguen siendo en muchÃsimos casos referentes de honestidad, valentÃa y generosidad. Son héroes que se jugaban la vida y la libertad por su paÃs, mucho más patriotas que los felones que lo gobernaban con la palabra patria en la boca todo el dÃa.
Las raÃces de otra memoria española podrÃan tener muchas ramificaciones. Frente al España Una tenemos la I República Española que intentó un avanzado modelo federal de Pi i Margall (“¡España no habrÃa perdido su imperio colonial de haber seguido sus consejos!“ reza la lápida de su tumba desmintiendo la imagen desintegradora del federalismo); también de la I República heredamos el ejemplo de Salmerón que antes que firmar una pena de muerte firmó su dimisión como presidente, ejemplo de que en nuestra historia cabe defender los derechos humanos desde el poder polÃtico e incluso dimitir. Frente a la España católica intransigente de Santiago Matamoros podemos incluso enarbolar el casi mÃtico Toledo de las tres culturas; frente a la España cateta tenemos una serie de pensadores musulmanes, judÃos y cristianos que habitaron la penÃnsula durante unos siglos.
Por supuesto a casi cada fenómeno se le pueden oponer pegas, contextos e incluso evidenciar que son sólo idealizaciones. Cómo no. La memoria es una construcción subjetiva. Como lo es la memoria de un individuo, que es la base de su identidad. De lo que se trata es de oponer una identidad distinta, emancipadora y libre, a la esencia de lo español que han conseguido que asumamos. La memoria (colectiva o individual) siempre tiene algo de mÃtico: lo tiene cuando la derecha reaccionaria celebra el 2 de mayo y a El Cid y lo tiene cuando la izquierda latinoamericana canoniza a BolÃvar.
La identidad se nutre de diversos alimentos, pero la memoria es la base de una dieta triunfante. Por eso es tan importante para la derecha española que no tengamos una memoria democrática que rechace el genocidio franquista: es crucial que la memoria colectiva no identifique a criminales y a vÃctimas sino que borre de su memoria un episodio ya cicatrizado. Aznar no fue ningún imbécil cuando puso tanto empeño en promocionar una serie de intelectuales que reescribieran la Causa General franquista y confrontaran con la superioridad moral de la izquierda.
La tarea de recuperar episodios y personajes que permiten fraguar una memoria distinta es necesaria para construir un nuevo paÃs que tenga raÃces sólidas, para que como pueblo entendamos que la anomalÃa es entregar nuestro destino a un puñado de grandes fortunas y de élites ajenas al control popular, que lo normal, lo que llevamos en nuestro ADN, es luchar por la libertad, por la emancipación, por la soberanÃa popular, por los derechos humanos. Es una tarea que toca a nuestros intelectuales. Si la emprenden con éxito, el camino quedará muy allanado.
(*) Hugo MartÃnez Abarca es miembro del Consejo PolÃtico Federal de Izquierda Unida y autor del blog Quien mucho abarca.
http://www.martinezabarca.net/
http://www.cuartopoder.es/tribuna/otra-memoria-de-espana-es-posible/5000